El Pirineo ya tiene su estrella
El Pirineo navarro vuelve a tener su estrella, una más bajo el cielo estrellado de Pirineos la nuit; la luz de nuevo encendida en el emblemático refugio de Belagoa, un lugar mágico que nació en los 70 como un sueño y que ahora de nuevo se ha renovado tras años de pesadilla y abandono. La fuerza de la ilusión colectiva ha ganado la batalla y cuando ya casi nadie confiaba en volver a ver humo en la hermosa chimenea roncalesa, la llama se ha avivado gracias a la ayuda recibida por el proyecto BELAROUAT (de la Federación Navarra de Deportes de Montaña y Escalada, NICDO y la Junta General del Valle del Roncal) en la segunda convocatoria del Programa Europeo de Cooperación Transfronteriza (POCTEFA). Años de trabajo, de compromiso mendizale, de ilusión, de apuesta por la montaña y la naturaleza como parte esencial en el desarrollo de las personas, naturaleza curativa, siempre terapéutica, como los cuadros de Salaberri cuando pinta sus atardeceres o las relajantes postales de Klett. Vida slow, más allá del ruido, en un paraje único, a los pies de Lakora, cerca del cielo. No ha sido fácil poder volver a soñar con levantar de nuevo las paredes de este edificio que como el mástil de un barco se ha mantenido erguido pese al deterioro, recordándonos con su silueta envejecida la injusticia del trato recibido. Generaciones enteras que hemos descubierto la montaña en Belagoa, que nos calentamos en su fuego, aprendimos a esquiar fondo en Eskilzarra o alpino en el mítico arrastre de Yeguaceros; que descubrimos desde ese rincón que había cimas a las que ascender por encima de los 2.000... Un espacio abierto para el aficionado, el montañero experto y el que quiera iniciarse. Un lugar en medio del frío donde sentir calor y protección. Un refugio que pronto volverá a ser lo que fue. Siempre hace falta alguien que crea que las utopias son posibles, como Koldo Aldaz y todos los que con él han trabajado, tras su cierre en 2004, para recuperar el único refugio de montaña con el que cuenta el Pirineo navarro. Se intentó una vez y no fue posible, pero no desistieron, como si de una cima de monte se tratara, donde hay que aprender que cuando el tiempo viene mal dado es mejor regresar e intentar ascender otro día. Y ayer el tiempo cambió y el esfuerzo tuvo su merecida recompensa para volver a comprar un sueño que no tiene precio. En tres años el refugio de Belagoa brillará de nuevo con luz propia. Allí, en soledad, al lado de la antigua frontera, en la Europa del siglo XXI, como un barco siempre a flote, como el faro que te marca el camino.