Síguenos en redes sociales:

Agujeros negros

Los agujeros negros existen; los que trató de desentrañar Stephen Hawking mirando al universo y los de aquí al lado, los terrenales. El astrofísico británico exploró el cosmos, su origen, las leyes por las que se rige y aventuró hipótesis; mientras, el ser humano continúa sin poder armar una explicación convincente para explicar determinados comportamientos de individuos de su misma especie. Es más, haciendo un esfuerzo intelectual podemos tener una idea aproximada de lo que Hawking quiere transmitir (y si no, siempre habrá a mano un capítulo de The Big Bang Theory en el que Sheldon Cooper lo explique desde su hueco en el sofá), pero ni dando mil vueltas a la cabeza llegamos a entender cómo una persona adulta asesina a un niño de 8 años a sangre fría, oculta su cadáver y hace una representación pública ante sus vecinos, cámaras de televisión y, lo más crudo, ante el padre y la madre de la víctima, a los que abraza y consuela.

No fueron pocos los hombres de ciencia y los divulgadores que ayer, de un modo sencillo, hablaron de los trabajos de Hawking para hacerlos comprensibles a la audiencia. Acercaron el perfil de un hombre al que ya todo el mundo conocía, incluso los más pequeños, porque su caricatura también invadió el gran cosmos de personajes de la serie de dibujos animados los Simpson. La singularidad de Hawking, su enfermedad, su cuerpo inerte sostenido en una silla de ruedas, su voz metálica, hicieron del relevante investigador un personaje reconocible; el interés por su vida era también una puerta abierta a conocer sus trabajos.

Por contra, llevamos días viendo el rostro de la asesina del niño Gabriel, horas de televisión, opiniones de todo género desde psicólogos a magistrados, gente que indaga en el pasado y que especula, que traza teorías en caliente y sentencia sentando cátedra; pero nadie es capaz de resolver qué pasó por la cabeza de esa mujer cuando secuestró, agredió y mató a un niño. Llegaremos a entender el universo, pero seguiremos sin explicarnos el porqué de la maldad humana.