la política es una actividad para gente acorazada. Individuos de una sola pieza, resistentes -que no inmunes- a las intrigas de los conmilitones y a las críticas de la canallesca, aunque también a la incomprensión del electorado y a los percances de los socios de gobierno. Barkos está sufriendo desde última hora del domingo los rigores de la versión más cruda de la política y por partida doble. Primero por la pérdida de la mayoría que posibilitó el cuatripartito que ella encabezó, expiando el extravío por Podemos de 30.000 votos, y después porque el PSN ha desbancado a Geroa Bai como segunda fuerza pese a crecer en 5.600 sufragios, lo que otorga a Chivite la iniciativa para una investidura presidencial. Asumidas esas ásperas certezas para Barkos, con obvias repercusiones personales, sobre Geroa Bai sigue pesando una responsabilidad capital e intransferible. En el caso de la negociación que abra Chivite, para garantizar que se profundiza en los avances sociales y en el saneamiento de las cuentas públicas procurados por el cuatripartito, así como para asegurar que la incidencia de la derecha en la gobernanza resulta nula o residual también mediante la voz autorizada de Barkos como activo de acreditada trayectoria parlamentaria y gubernamental. Y, en el supuesto de que la operación liderada por Chivite no fructifique -con la dificultad añadida del veto a EH Bildu-, para hacer valer la veintena de escaños que preserva el cuatripartito por ejemplo poniendo al PSN en la tesitura de facilitar o no un eventual intento de investidura de Barkos. Mientras el resultado electoral se plasma en uno u otro sentido, o incluso en otra llamada a las urnas, Barkos goza asimismo de una capacidad de interlocución sin igual con todos los operadores del sector político progresista -en Navarra y fuera- al efecto de cortocircuitar los movimientos de la derecha -igualmente aquí y allí- tendentes a que la mantequilla caiga de su lado como cada vez que el Gobierno foral dependió del PSOE. En suma, que quienes dan a Barkos por amortizada se guían más por sus malas querencias que por la realidad contrastable.