entre sus múltiples acepciones en inglés, "polite" se traduce como refinado. Así se nos presentaba Carlos en la redacción haciendo honor a su apellido, elegante con su camisa de manga larga doblada por los puños, su pantalón de pinzas impoluto y los zapaticos que guiaban su paso corto. Y así hablaba él, delicadamente, con un tono tenue siempre amigable, sonrisa en los labios y esa mirada socarrona del pillín que permanece por muchos años que pasen. Polite encarnó durante décadas el Chupinazo por adelantado en el periódico, pues su reconfortante aparición anunciaba la inminencia de los Sanfermines, de cuya cobertura operó en estas esforzadas páginas como firma destacada y longeva en su calidad de cronista referencial de la Feria del Toro. Una figura cincelada por esas piezas sublimes que dictaba de corrido al filo de la hora del cierre, deletreando a quien le hacía funciones de teclista pura poesía perfectamente estructurada a base de palabros clásicos que componían frases deliciosas. Particularmente impactante se fuese más o menos aficionado a la tauromaquia resultaba su conocimiento del animal, de su morfología, andares y querencias, así como su memoria prodigiosa para recordar lances y anécdotas de diestros de todas las épocas, en el coso pamplonés y en muchas otras plazas de postín. Polite ejemplifica el periodismo de ayer que los periodistas de hoy deberían venerar, por asentarse en una vasta cultura y en un rico bagaje interior, un compendio alimentado por lecturas y escuchas, viajes y andadas, pláticas y cantes. Las claves para contar mucho en el espacio justo y además contarlo rápido y bien, a contrarreloj para llevar el periódico hasta los fuegos artificiales por San Fermín y con el léxico prolífico y a la par certero ahora sepultado en Internet. Bella persona Polite y todo un personaje, literario en el estricto sentido del término. Alégrales la tarde, Carlos, allí donde te halles. Y que el taxi llegue siempre a la hora convenida. Va por usted, maestro.