as creencias religiosas se respetan, sí, salvo que al prójimo se le quiera hacer comulgar con ruedas de molino. Y no hay una mayor (rueda de molino) que impedir a los demás marcharse de este mundo cuando cada despertar se convierte en un tormento y además agudizado. En ese cruel intento de veto siguen los apóstoles del no, ahora con su nada piadoso rechazo a la legislación de la ayuda médica para morir recién aprobada en el Congreso como en su día se opusieron al divorcio, al aborto, al matrimonio homosexual o a la educación sexual y afectiva. Siempre con su moral como mandamiento de pretendida aplicación general, incluso frente a una regulación garantista como la que el Senado acabará ratificando en 2021 para que las personas con padecimientos graves y sin opciones terapéuticas puedan decretar su final de manera voluntaria y segura, despenalizando el auxilio compasivo y preservando la objeción de conciencia del personal sanitario. Semejante falta de humanidad en abstracto tiene rostro, pongamos el de Ángel Hernández, que se enfrenta a seis meses de cárcel por un delito de cooperación al suicidio de su esposa María José Carrasco en abril de 2019 tras una coexistencia de tres décadas con la Esclerosis Múltiple, desde 1996 con un reconocimiento de gran invalidez. Y además en un Juzgado de Violencia sobre la Mujer por imposición de la Audiencia de Madrid a su titular, que desde el principio rehusó la investigación porque el acusado se atuvo al deseo constante de la finada de acabar con su vida, evidenciado en las grabaciones aportadas en la causa. Más allá de las atenuantes de confesión y parentesco, y de la exigencia de un indulto si mediase condena -al que la Fiscalía ya anunció que no se opondrá-, este sangrante caso demuestra la necesidad imperiosa de amparar el derecho a morir dignamente que ya rige por ejemplo en Bélgica, Luxemburgo, Holanda y Suiza, además de en casi una decena de estados USA, Canadá o Colombia, sin que la eutanasia activa o el suicidio asistido representen ni el 5% del total de los fallecimientos. Recién repartidos los millones de la Lotería, no cabe imaginar mejor dicha que la del buen morir con pleno sustento legal para emprender el último viaje en paz, por el sufrimiento estéril que el enfermo doliente deja al fin atrás y por la angustia también en el orden penal que se les ahorra a sus abnegados cuidadores. Ya era hora.

En ese cruel veto a la eutanasia siguen los 'apóstoles del no', como en su día se opusieron al divorcio, al aborto, al matrimonio homosexual o a la educación sexual y afectiva