El arte no es un lugar, no es un destino, pero siempre es un viaje. Es más, el arte es como esos buenos viajes, en los que se disfruta en el proceso porque cuenta tanto el trayecto como el destino como la ilusión por volver al lugar visitado una vez ya de vuelta. Decía Oteiza que “el arte no es para los museos, es para el hombre” (hombre entendido en el sentido de ser humano). Le horrorizaba pensar en espacios cerrados donde el arte se queda cautivo, sin vida propia. Él era de procesos, de experimentación, de estudiar el vacío, de dar sentido a la fragilidad frente a la grandiosidad, a la poesía frente a los textos, al arte que evoluciona al compás de la sociedad con la pretensión de servir para algún fin más allá de la belleza. Pienso en esto mientras miro el edificio de la Fundación Oteiza en Alzuza, hoy descolorido y un tanto perplejo de tener entre sus cuatro paredes ese arte que no acaba de revertir en la sociedad. A veces hay que reinventarse para seguir hacia adelante. De lo contrario te estancas. Los Museos también. Oteiza nos dejó un mes de abril de hace ya más de quince años, apenas dos años después de que abriera las puertas otro espacio con el legado de otro gran escultor del siglo XX, el Chillida Leku en Hernani. Otro no museo por expreso deseo del escultor Eduardo Chillida. “Este maravilloso caserío no será un museo sino la señal de que soy de allí”, decía. Un espacio que ahora se reabre tras varios años cerrado y que es, sin lugar a dudas, uno de los mejores destinos a los que llegar. “Un día soñé una utopía: encontrar un espacio donde pudieran descansar mis esculturas y la gente caminara entre ellas como por un bosque.” Así visualizó Chillida ese lugar que encontró en el caserío Zabalaga, en sus hermosos campos y sus bosques, en ese rotundo edificio vaciado como si de una escultura se tratara. El lugar idóneo para materializar el sueño del escultor. Un sueño que hoy se reinventa al reabrir sus puertas como lo que siempre ha sido, un espacio único que en sí mismo es una gran obra de arte para que la naturaleza se funda con el artista, con su vida y su trabajo. Hernani y Alzuza están muy cerca y sería éste un buen momento para buscar puntos de unión entre los dos espacios artísticos. También el legado de Oteiza es un legado único en el mundo y el bello edifico de Sáenz de Oiza una de sus mejores obras arquitectónicas. Tenemos a nuestro alcance el sueño de dos de los más grandes artistas vascos de la historia, no lo deberíamos desaprovechar.