Entre la incredulidad y la tristeza, por no decir impotencia, así se siente gran parte de la ciudadanía navarra que observa cómo las reglas del juego político están cambiando en mitad de la partida. Unas reglas que por ética deberían estar claras antes de saltar al campo y que quienes aspiran a dirigir o gobernar cualquiera de nuestras instituciones tendrían que aceptar antes de iniciar el juego. Porque de nada sirve movilizarnos en las urnas si luego realmente el voto que vale es el de los despachos. Y esto sirve para todos, para los que aspiran a un Gobierno de Navarra de izquierdas y plural y para quienes han querido sumar todos los votos de la derecha para volver al pasado. Unos y otros están atrapados en sus propias palabras y promesas electorales. Navarra, nuestro futuro, lo que los navarros y navarras hemos decidido el pasado 26 de mayo, está siendo nuevamente ignorado y utilizado como moneda de cambio. Y en ese cambio de las reglas se han perdido la ética, la honestidad y el respeto a los votantes. Inexplicable que Sánchez y su equipo estén torpedeando a sus compañeros navarros que tratan de cumplir su promesa de crear un gobierno progresista con el mayor número de apoyos, aún a sabiendas de lo difícil que sería lograrlo sin EH Bildu -al que vetan, desoyendo a más de 50.000 ciudadanos de su comunidad- y más complicado todavía, garantizar una gobernabilidad estable. Pero lo están intentando, al menos eso dicen y eso parece por las reuniones de esta semana, aunque desde el PSOE les desdicen; el mismo PSOE que llegó a la presidencia con una moción de censura respaldada por EH Bildu... Y luego está la derecha de Navarra Suma, nerviosa por tocar el agua y no saber si dejarla correr o cogerla en una cesta. Son la lista más votada, sí, pero sin mayoría. Aspiran a gobernar como sea y con quien sea. Lo que no quieres para Navarra te vale para el Estado y a la inversa. Cromo por cromo. Porque los mismos socialistas que gritaban “¡con Rivera no!” ahora están dispuestos a entregar Navarra a la coalición que lleva dentro a Ciudadanos y al PP. Una negociación disparatada se mire por donde se mire, en la que todos y todas parecen querer ganar sin importarles que una vez más perdemos los ciudadanos y pierde la democracia, y sobre todo pierden los partidos la poca credibilidad que les quedaba. Triste escenario. A ver cómo se reinventan.