o tenemos mar, ni playa, ni posibilidades cercanas de ir a pasar el día a la costa, así que la nueva polémica sobre el uso de las mascarillas a la orilla del mar o tumbados en la arena nos resulta en este momento bastante lejana. Y más vale. Es difícil de entender que tengamos que llevar mascarilla en la playa mientras vemos en qué se están convirtiendo las calles de Madrid, en un botellón gigante. Parece que en algunas zonas ser permisivo con la hostelería, desoyendo a los expertos y marchando contracorriente, da votos, aunque dé positivos también. Porque mientras comunidades como Navarra, y otras limítrofes, asumen el coste de ser restrictivos, también con la hostelería, por la salud de sus ciudadanos, otras prefieren lo contrario. Y en todas hay cansancio y necesidad de que esto pase. Y así es difícil mantener el equilibrio necesario entre cumplir las restricciones y vencer ese cansancio que nos sacude y que poco a poco se va transformando en una cierta rebeldía por todo lo que este virus nos quita cada día. Y hay que tratar de agarrarnos a lo que seguimos teniendo pese a todo. Nos queda el aire libre, el contacto con el sol, el aire y la naturaleza, en el monte o en el mar, lugares donde podemos mantener distancia, donde la mascarilla es solo una forma de recordarnos que el virus esta aquí. Así que por esta vez nos alegramos de no tener playa, pero tenemos pueblos y montaña y zona media y Ribera y un paisaje fantástico en el que poder sumergirnos, pero no podemos olvidar que allí donde vamos rigen las mismas normas que de allí de donde salimos. Que si en la ciudad aceptamos las mesas de cuatro, no consumir en barra, respetar los aforos, mantener las distancias, beber solo en las terrazas, pasear con mascarilla, limitar la vida social..., debemos hacer lo mismo cuando llegamos a nuestros pueblos, por ellos y por nosotros. No son lugares al margen de la pandemia, no son espacios libres de covid, ninguno lo es, visto lo visto. Han tenido casos y brotes, miedo y esperanza con la vacuna a los mayores. Estos días la población se multiplica en esos lugares y con ello el riesgo, por eso hay que tratar de ponerle barreras al virus y eso está en nuestras manos, aunque estemos cansados y cansadas. Otra cosa es que por mucha barrera el virus pase, que puede pasar, pero que no sea por no intentarlo. No es tiempo de tirar la toalla, ya la tiraremos en la playa.

Una cosa es que por mucha barrera el virus pase, que puede pasar, pero que no sea por no intentarlo. No es tiempo de tirar la toalla, ya la tiraremos en la playa