A nadie se le escapa el largo camino que falta por recorrer en materia de igualdad. Los pasos efectivos dados hacia adelante se topan en muchas ocasiones con una realidad que demuestra lo mucho que falta por hacer, sobre todo en lo concerniente al género masculino, sus opiniones y sus actitudes. Uno de los campos en que queda trabajo pendiente es el deportivo. La relevancia que ha cobrado la mujer en todas las disciplinas no solo ha venido acompañada del incremento en todo el Estado en el número de participantes, en hacerse visibles en todo tipo de modalidades, también en las marcas y en los éxitos conseguidos a nivel internacional, con singular relevancia en la cosecha de medallas y de diplomas en los Juegos Olímpicos. Recientemente hemos asistido a un hecho inaudito en las competiciones domésticas: un partido de fútbol femenino congregó a más de 48.000 espectadores en el bilbaíno estadio de San Mamés. El hecho tuvo repercusión internacional. Ayer, en El Sadar, más de diez mil personas respondieron a la convocatoria para animar a las chicas de Osasuna. Aunque ni este partido ni el de Bilbao plasmen la realidad en el seguimiento a pie de campo del fútbol jugado por mujeres, sí que habla de una implicación social, de un ánimo de empujar y acompañar ese crecimiento. Pero estos hechos relevantes se topan con actitudes machistas, con la incomprensión cuando no con el desprecio. Es lo que ocurrió recientemente en la localidad barcelonesa de Terrasa donde un grupo de futbolistas veteranos se burló e insultó a unas jugadoras de su mismo club que en ese momento ocupaban el terreno de juego en donde los hombres esperaban en la banda para disputar su partido. El hecho fue denunciado y el club de fútbol tomó medidas ejemplares; pero ese episodio degradante pone de manifiesto que no se han superado estereotipos machistas, como el de aquel presidente de un club de fútbol de Primera División cuando dijo que “el fútbol femenino me parece antiestético”. Este partido por la igualdad es largo como una final con prórroga; pero acontecimientos como el de ayer, por su repercusión social, dan visibilidad a gran escalada del papel protagonista que la mujer viene reivindicando en el deporte. El machismo deportivo empieza a perder el encuentro por goleada.