el subdirector de La Pamplonesa, Jesús Garísoain, le puso toda la emoción al Chupinazo y con él se disparó el ansia de fiesta grande contenida. La vieja Iruña estalló en un jolgorio de 204 horas con una multitud por la ciudad -como corresponde a un sábado con una meteorología propicia para el disfrute en la calle-, que sólo en el programa oficial ofrece medio millar de citas con la música omnipresente de principio a fin. Con los dispositivos sanitarios y de emergencias ya operativos, ojalá no se prodiguen sus servicios porque los Sanfermines discurran civilizadamente, de acuerdo a la impronta inclusiva e integradora de la ciudadanía pamplonesa, y que no se registren daños personales irreparables incluso constatando la exposición de vidas humanas inherentes a los encierros. El sello de estas fiestas internacionales que también tienen que erigirse imperativamente en un modelo de igualdad y de respeto a la mujer desde la máxima de que si no es un sí es un no, en la línea de la sentencia del Tribunal Supremo que ha condenado a La Manada por agresión sexual y no simplemente por abusos. Dando con más énfasis si cabe la batalla argumentativa para refutar el infundio de que Pamplona es una ciudad sin ley del 6 al 14 de julio, enfatizando que el bullicio resulta compatible con la urbanidad exigible, que la ingesta etílica no dota de impunidad y que los Sanfermines constituyen antes que nada una expresión cultural. Así que el espíritu festivo, la consideración al prójimo y la tolerancia con quienes se expresan de manera diferente en la esfera pública deben guiar el desarrollo de estos Sanfermines, corrigiendo las lamentables escenas de ayer en el interior del ayuntamiento capitalino. Confirmando los peores augurios, el alcalde Maya evidenció su obsesión contra la ikurriña prohibiendo que corporativos electos colgaran una de pequeñas dimensiones de uno de los balcones laterales de la fachada consistorial. Cuando se trata de una enseña de curso legal con la que también se siente representada una parte sustancial de la ciudadanía pamplonesa sin que su exhibición en esos términos hubiera conculcado la normativa vigente. Y con la circunstancia agravante de que Maya mostró con toda crudeza su concepción patrimonial de la Policía Municipal, varios de cuyos agentes se enzarzaron con concejalas con una agresividad absolutamente impropia y extemporánea. Afortunadamente, la fiesta ha metabolizado ya esa manifestación de sectarismo autoritario renovado.