LA crisis mundial desatada tras la aparición en la ciudad de Wuhan -en China central- del coronavirus, bautizado por la OMS como COVID-19 entre otras razones para no estigmatizar a la comunidad china, está teniendo repercusiones a nivel internacional que van incluso más allá de las meramente sanitarias y de gestión de la epidemia. El miedo a una pandemia de dimensiones globales, pese a las informaciones en sentido contrario de las autoridades sanitarias, las lógicas precauciones para evitar los contagios, la búsqueda de tratamientos eficaces que permitan el desarrollo de una vacuna así como determinados intereses políticos y económicos se entremezclan en esta emergencia sanitaria internacional, tal y como la ha declarado la Organización Mundial de la Salud. Desde el punto de vista estrictamente sanitario, según los últimos datos de ayer mismo, China ha contabilizado ya más de 72.434 afectados por el COVID-19. Tras algunos caóticos cambios en este conteo por parte de las autoridades chinas, el número de nuevos casos ha descendido en los últimos días, y los nuevos casos de coronavirus caen a menos de 2.000 por primera vez en China desde el comienzo del brote. En cualquier caso, las víctimas mortales superan las 1.868, todas ellas en la China continental a excepción de cuatro fallecimientos en otros lugares del mundo: Japón, Filipinas, Hong Kong y Francia, la única muerte, de momento, fuera de Asia. La alarma, por tanto, en Europa y en el Estado español se circunscribiría, en principio, a la prevención y a la aprobación de protocolos ante la detección de posibles casos, como ya ha ocurrido. En China ha sido la causa de la cancelación de conciertos, eventos deportivos, viajes, negocios, y hasta del cierre de empresas y ciudades enteras, pero no hay razón para extender la alarma. Por ello, situaciones como la anulación de la celebración del Mobile World Congress (MWV) que iba a tener lugar en Barcelona, suponen un exceso que no tiene sus razones en motivaciones sanitarias o médicas, sino que obedece a estrategias comerciales y económicas. El COVID-19 tendrá repercusiones económicas indudables a nivel global a medio y largo plazo. Ya lo advirtió el FMI -el crecimiento de la economía mundial sufrirá una rebaja de entre el 0,1 y el 0,2%- mientras el Eurogrupo analiza ya el impacto previsto en la zona euro.