el Parlamento de Navarra refrendó ayer los primeros Presupuestos del Gobierno del PSN, Geroa Bai y Podemos, las quintas Cuentas de sello progresista que se aprueban consecutivamente en tiempo y forma después de las tres prórrogas concatenadas del Ejecutivo regionalista de Barcina. El voto favorable de los tres socios del Gabinete de Chivite, unido a las abstenciones de Izquierda-Ezkerra y de EH Bildu -en este caso con un acuerdo para incrementar el techo de gasto en 16,7 millones, hasta 4.256, un 5,9% más que el año anterior-, han deparado el plan de inversiones más expansivo en un lustro y además con un 54% del total dedicado a consignaciones de impronta netamente social. La excelente noticia para la estabilidad de la Comunidad Foral obedece a que el espectro político a la izquierda de Navarra Suma ha hecho virtud de la necesidad de conformar mayorías con unas Cuentas orientadas a la cohesión ciudadana desde el fortalecimiento de los servicios públicos y el fomento del desarrollo económico bajo parámetros de equidad. En la línea continuista de aquilatar los avances sociales procurados por el Ejecutivo de Barkos que en 2015 acabó con la hegemonía institucional de UPN, heredando eso sí un legado envenenado en forma de pingües peajes en la sombra a pagar por varias generaciones. La responsabilidad evidenciada por quienes han optado por sostener al Gobierno de Chivite en aras al interés general se contrapone sin embargo con la crispación permanente a la que se ha abonado la alianza ultramontana de las tres derechas, que sigue sin aceptar su minoría en la Cámara y sin asumir cinco años después la alternancia en la Diputación con ese sentido patrimonial del poder tan típico de UPN. Instalada Navarra Suma en la trinchera, carece de toda credibilidad el victimismo que ayer simuló en el Parlamento, vertiendo sobre el resto una acusación de sectarismo que en realidad pretende esconder la autoexclusión por motivos estrictamente partidarios, los que determinaron la configuración de esa entente conservadora desde la pura beligerancia. Superada la primera prueba de fuego para el Ejecutivo foral en este segundo capítulo de la gobernanza progresista -ahora bajo el liderazgo de Chivite como anteriomente de Barkos-, el reto consiste en afianzar la vigente dinámica de colaboración entre partidos distintos y de asentamiento en el seno del propio Gabinete para culminar con éxito la legislatura.