a pandemia por COVID-19 tiene características que la hacen especialmente difícil de gestionar. A estas alturas, la expansión del virus en el mundo es con toda seguridad global y la percepción de impacto del mismo varía más en función de la información disponible que de la mayor o menor capacidad de contención de la enfermedad. Hay países que, sospechosamente, parecen al margen o poco afectados por la pandemia y a la vez son poco proclives a actuar con transparencia sobre la dimensión real del problema o, sencillamente, eluden el seguimiento del mismo. Esto nos lleva al capítulo de las decisiones políticas y cómo su proximidad o distanciamiento de razonamientos médicos técnicos son un factor de incertidumbre para la ciudadanía. Y, si algo precisa esta en una circunstancia como la que toca atravesar, son mensajes claros, seguridad en la percepción de la gestión de sus gobernantes y una coherencia en la misma. Es un reto difícil por múltiples razones. El COVID-19 es un enemigo sobrevenido. Sabemos mucho de él pero no cómo desactivarlo. Sin tratamientos ampliamente contrastados ni vacunas, la respuesta médica es sencillamente la prevención y una siempre exasperante estrategia de prueba y error. Para la segunda, no hay atajos más allá de la coordinación de experiencias y estudios que ya puso en marcha semanas atrás la Organización Mundial de la Salud y la propia conectividad horizontal entre científicos para avanzar al unísono en las pruebas paralelas que se siguen desarrollando. En este aspecto, la constancia y la paciencia son más obligaciones que virtudes. Lo que resulta en mucha medida exasperante para la ciudadanía es la percepción de que, en el ámbito de la prevención, resulte imposible un mensaje uniforme desde las estructuras políticas. Algo que debería ser tan básico como conocer a estas alturas si el uso generalizado de las mascarillas es o no recomendable; o si el confinamiento total -sin actividades económicas de ningún tipo- aceleraría el descenso de contagios o por el contrario generaría un desierto de empleo y recursos socialmente parecido en términos de costos. A medida que se alarga la situación, más peligro hay de que el cálculo político gane terreno, con discursos de sospechosa conveniencia de parte provistos de presuntos argumentos que se alimentan de pura convicción ideológica.