Los dos últimos registros diarios de la covid-19 oficializados por el Gobierno foral confirman la persistencia e incluso agudización de la pandemia en Navarra al llegar este fin de semana al pico de contagios. Los 456 casos acumulados en las últimas 48 horas, con tasas de positivos sobre pruebas PCR superiores al 13% -cuando por encima del 5% la Organización Mundial de la Salud empieza a considerar la pandemia fuera de control-, constituyen una severa llamada de atención a la ciudadanía en su conjunto. Así como un serio aviso sobre el incremento de la presión asistencial que cabe esperar -en alza pero todavía moderada por el esfuerzo en la detección precoz- de no doblegar la curva de contagios con prontitud cuando ya se observa con nitidez una segunda ola en el Estado español y en Navarra se ronda el centenar de hospitalizaciones coincidiendo con la vuelta al cole, con el riesgo evidente que comporta. Urge por tanto desterrar definitivamente los comportamientos ofensivos en su manifiesta imprudencia, verbigracia el último botellón en el barrio pamplonés de la Txantrea. Para en sentido contrario extremar las medidas de higiene y distancia con mascarilla sin perjuicio de restringir al máximo los contactos más allá del grupo estable de convivencia, limitando los entornos laborales y educativos al doble objeto de minimizar el peligro de contagio y de controlar su expansión en el caso de producirse. De no calar estas instrucciones de puro sentido común, la consejera Induráin ya anunció que no descarta la adopción de medidas más contundentes, en lo que debe interpretarse como el preanuncio de un probable más que posible enclaustramiento aunque parcial para no paralizar la economía como en la primera ola, acotando drásticamente los tiempos de salida de casa. Cabe por tanto apelar con todo el énfasis a la responsabilidad personal e intransferible sin distinciones también en la edad -la media de los nuevos casos se sitúa en Navarra en 38 años, con sólo un 16% de los positivos entre los mayores de 60- para sobreponerse a la lesividad de este coronavirus, conviviendo con él en un contexto de normalidad relativa con la debida concienciación colectiva en aras al bien superior de la salud pública. Mientras se generalizan las vacunas siquiera de primera generación al efecto de atemperar los síntomas más graves y, así, su incidencia mortal.