l panorama que expuso la consejera de Cultura y Deportes del Gobierno de Navarra, Rebeca Esnaola, sobre la situación económica, financiera y de mantenimiento del Circuito de Los Arcos constata una vez más que lo que fue desde el comienzo un despilfarro inmenso de millones de euros públicos sigue siendo un despilfarro años después que deben abordar las arcas públicas a costa de los Presupuestos. Según explica Esnaola, la empresa adjudicataria de la explotación del Circuito de Los Arcos -Los Arcos Motosport SL-, ha desistido de la concesión del circuito de velocidad tras una caída de ingresos y del fondo de comercio de un millón de euros para este 2020, deudas por más de 600.000 euros y unas necesidades de rehabilitación de casi medio millón y sólo seis meses después de que le fuera renovado el contrato de explotación. Esnaola basa sus afirmaciones y cifras en una auditoria que Los Arcos Motosport SL dice ser falsa. En todo caso, el Circuito de Los Arcos es una de esas herencias emblemáticas que dejó para el futuro la pésima gestión de los anteriores gobiernos de UPN y que muestran en toda su penosa decadencia lo que fue en realidad aquel régimen político en el que el despilfarro, el amiguismo clientelar y el cemento como eje de actuación eran la prioridad absoluta. Los más de 60 millones que calculó la Cámara de Comptos el coste del Circuito de Los Arcos siguen siendo un pozo sin fondo para las arcas comunes. Lo que empezó mal, sigue mal. Desde el principio, la Cámara de Comptos advirtió de los puntos oscuros de una operación que nace de la iniciativa privada con un presupuesto de 6 millones y se la endosa al sector público cuando esos costes se han disparado por encima de los 50 millones. Es evidente que ahora el dinero de todos los navarros y navarras, a través de la empresa pública NICDO, se volverá a hacer cargo de la gestión, de los costes y de las deudas generadas por el Circuito de Los Arcos. Y eso precisamente le mantiene como una evidencia ejemplar -hay otras muchas- de que en Navarra los años del boom económico, con las arcas forales a rebosar en un momento de alegría financiera y fiscal, se malemplearon en obras mal planificadas, con sobrecostes sin justificación objetiva y de más que dudoso interés general que seguirán pagando las nuevas generaciones cada año.