e acuerdo que se trata de una minoría minoritaria, y que por consiguiente no cabe criminalizar a la juventud en su conjunto, pero persisten comportamientos de todo punto insolidarios en torno al ocio nocturno en botellones y fiestas en domicilios, con una flagrante inobservancia de las normas relativas al uso de mascarillas y a las distancias preceptivas en un contexto de pandemia mortífera sin vacuna. Así lo han acreditado este fin de semana las policías actuantes en la capital navarra, con docenas de denuncias en la vía pública por actitudes absolutamente temerarias, en tanto que se pone en riesgo la propia salud además de la de los demás y en particular la de los colectivos de mayor riesgo. Y ello pese al pretendido efecto disuasorio que debería comportar el endurecimiento de las sanciones, de 300 euros por la mala utilización de la mascarilla y de 600 por participar en botellones, lo que evidencia la insensatez de quienes desafían a la ley y al sentido común. Además de la insistencia en la vía coercitiva para tratar de minimizar esas reuniones de ingesta alcohólica -incluso a riesgo de que sean los progenitores quienes acaben saldando las multas por la insolvencia de sus hijos e hijas-, cabe preguntarse si las campañas de comunicación institucionales no han carecido del impacto necesario para sensibilizar a la ciudadanía en su conjunto sobre la gravedad de la situación desde la perspectiva sanitaria primero y económica después. Y no se trata de caer en el morbo, con la muestra de la muerte tal cual, sino en plasmar las consecuencias que acarrea la covid en forma por ejemplo de duros ingresos en la UCI y de secuelas permanentes. Mensajes que habría que hacer llegar a esos inconscientes o directamente desaprensivos mediante los cauces a través de los que se informan, en el caso de la juventud con preeminencia de las redes sociales. Porque el recurso a la fuerza policial, por imprescindible que resulte llegados a este punto, no resulta sino la constatación del fracaso de que una parte de la sociedad, por reducida que sea, colisione con el interés general y más en concreto con la salud pública. En todo caso, tampoco conviene engañarse: que Navarra siga a Madrid en tasa de positivos y que haya superado el récord de contagios diarios no obedece en exclusiva al botellón sino a una suma de factores cuya precedencia y subsanación nadie acierta a desentrañar. Y ahí radica el verdadero problema, traducido en un incremento sostenido de la presión asistencial.