anidad decidió, en la última reunión del Consejo Interterritorial, seguir posturas más conservadoras como las adoptadas por Bélgica o Italia y no administrar la vacuna de AstraZeneca a personas mayores de 55 años, una decisión que obliga al necesario replanteamiento de los programas y a fijar un nuevo sector de la población a quien inyectarle las dosis. También en Navarra, donde hoy se recibirán las primeras 2.700 dosis, junto a otros miles de Pfizer y Moderna. Hasta ayer, según los datos difundidos por el Gobierno foral, han completados su vacunación 11.069 personas, tras recibir el sábado su segunda dosis otras 602. Todo lo concerniente a la vacunación, como práctica que debe ayudar a combatir de la forma más eficiente a la pandemia, es motivo de atención, análisis y comentarios. El proceso de inmunización avanza lento de acuerdo a las expectativas de llegar rápido al máximo número de población, pero no es menos cierto que frente a los porcentajes hay que plantear siempre la garantía del proceso. Y en este punto, los casos registrados en residencias en las que han dado positivo personas que habían recibido las dos dosis, ha planteado interrogantes rápidamente esclarecidas por expertos y autoridades sanitarias, pero que alimentan el argumentario de quienes se oponen a la vacuna, entre ellos algunas personas de avanzada edad a las que se ha priorizado en todo este proceso. Hay que confiar en la vacuna, porque solo su eficacia nos puede sacar de esta problemática situación que está haciendo mella en la población con un alcance tan devastador como no se conocía en el último siglo en un escenario ajeno a las guerras. En esta carrera cuenta más la seguridad que la velocidad, de ahí que suenan a aventurados y faltos de rigor los anuncios que hablan de tener inmunizada al 70% de la población en verano, algo que también cuestionaba ayer en estas mismas páginas el presidente del Colegio de Médicos de Navarra; estamos hablando de unos 32 millones de personas en el Estado, cifra que se antoja una entelequia. Porque también hay que tener en cuenta la garantía puntual del suministro por parte de las farmacéuticas, sin olvidarnos de la importancia de que pueda administrarse en los países más pobres para combatir con eficacia la expansión y permanencia del covid-19.