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Editorial

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Un año de omnipresencia

La intervención militar en Nigeria contra el Estado Islámico es el último capítulo de una cadena aparentemente caótica de intervenciones protagonizada por Trump bajo el signo de la unilateralidad

Un año de omnipresenciaEP

El reciente ataque a posiciones del Estado Islámico en Nigeria constituye el último capítulo de la inusitada actividad desplegada por Donald Trump durante el primer año de su segundo mandato. En términos generales, puede afirmarse que ha superado ampliamente las inquietantes expectativas que generó cuando asumió el cargo en aquella ceremonia inaugural marcada por la presencia de los magnates tecnológicos. Lejos de moderar su estilo o acotar su campo de acción, el segundo mandato se ha caracterizado por una intensificación de su protagonismo político y mediático. Si existe un rasgo distintivo es su don de la ubicuidad. Trump ha demostrado una capacidad inusual para estar presente en todos los escenarios y debates relevantes, desencadenando, interviniendo, influyendo o imponiendo su criterio en asuntos de muy diversa naturaleza.

Esta omnipresencia no es casual, sino parte de una estrategia deliberada orientada a reforzar su imagen de líder omnipotente, capaz de actuar simultáneamente en múltiples frentes. Su exagerada exposición pública carece de precedentes en la política contemporánea. La comunicación, en su caso, no es un complemento de la acción política, sino uno de sus principales instrumentos de poder. Ahora bien, más allá de la imagen, está el ejercicio efectivo del gobierno. En estos casi doce meses, Trump ha adoptado decisiones de profundo calado. Ha tensionado el sistema de comercio internacional mediante el uso de aranceles como mecanismo de presión. Ha cuestionado la soberanía de territorios aliados, como Groenlandia; ha impulsado ambiguas iniciativas diplomáticas en Gaza y Ucrania. Ha ordenado intervenciones militares como contra Venezuela o Nigeria. Ha rescatado la doctrina Monroe, reforzando una visión de América Latina como patio trasero de Washington. En política interna, su agenda ha colocado en una situación de creciente vulnerabilidad a los migrantes.

Y en cuanto a Europa, el respaldo explícito a fuerzas euroescépticas y contrarias al proyecto comunitario evidencia una estrategia que no oculta su objetivo de destruir la integración de la UE. El único de patrón de esta secuencia aparentemente caótica de intervenciones es la unilateralidad. Trump no es un fenómeno coyuntural ni una anomalía pasajera. Su liderazgo responde a dinámicas que seguirán presentes más allá de su mandato, lo que exige actuar en consecuencia; en el caso de Europa, esa réplica brilla por su ausencia.