Nunca hasta ayer una mujer había sido reconocida con el que está considerado el Premio Nobel de las matemáticas. Cero, en 17 años. No porque no hubiera expertas merecedoras de tal distinción, está claro, sino porque quienes lo conceden decidían poner su mirada en los colegas masculinos. Karen Uhlenbeck, profesora emérita en la Universidad de Texas, se convirtió ayer en la primera mujer que recibe el Premio Abel. Las matemáticas y las ciencias en general son un terreno árido para las mujeres, donde sigue constando la equiparación y el reconocimiento. Nos pasa con Karen Uhlenbeck y con otras muchas que ganan premios, que son desconocidas a pesar de contar con brillantes trayectorias. Desde ayer sabemos que Uhlenbeck no solo es una de las matemáticas más relevantes de este siglo, cuyo trabajo ha desencadenado avances decisivos en los últimos 40 años, sobre todo en el campo de la geometría, sino que es al mismo tiempo una gran defensora de la igualdad de género en la ciencia. Como maestra ha transmitido a sus alumnos y alumnas esta doble condición de feminista y matemática tratando de aportar su mirada de género allí donde otros solo ven experimentos. “No puedo pensar en una mujer matemática para quien la vida haya sido fácil”, comentaba hace ya dos décadas. Quizás gracias a ella y a este premio comienza a ser un poco menos difícil.