La investigación judicial que analiza la guerra sucia contra Podemos y su líder, Pablo Iglesias, desde las mismas estructuras del Ministerio de Interior de Fernández Díaz es otro ejemplo de la herrumbre que lastra la política española y el mismo sistema democrático en el Estado. El uso de funcionarios policiales en connivencia con las cloacas del comisario Villarejo y la complicidad innoble de periodistas pagados con el fondo de reptiles para destrozar a rivales políticos es impropio de una democracia consolidada. No es nuevo. Ya hizo lo mismo el PP de Rajoy contra políticos catalanistas, fabricando pruebas y acusaciones falsas para degradar su imagen ante la opinión pública y poner en marcha procesos judiciales sin sentido ni garantías echando mano de la complicidad de fiscales y jueces. Y ya lo habían hecho también en los años 80 y 90 los gobiernos socialistas de González utilizando el Ministerio de Interior para organizar la guerra sucia del terrorismo de Estado de los GAL o el saqueo a espuertas de los llamados fondos reservados. En el profundo pozo de corrupciones, salchuchos, tráfico de influencias, financiaciones ilegales, asalto a las entidades financieras públicas y pérdida de miles de millones de euros del bien común, la actividad de una policía política propia de régimen antidemocráticos -le llaman policía patriótica para disimular el alcance de la miseria ética que supone- destaca por indisimulada intención de romper las reglas del juego democrático por la vía de la manipulación colectiva de la opinión pública con la complicidad de estructuras del Estado. Era evidente que esas firmas famosas y televisivas bien pagadas no practicaban periodismo de investigación. Y menos aún periodismo independiente. No tienen capacitación profesional para ello. Simplemente cobraban del propio Villarejo, entre otros pagadores -políticos, banqueros, empresarios...-, por firmar y publicar informes y documentos falsos para sostener las operaciones de acoso, derribo y desprestigio contra políticos, empresas u otros medios de comunicación. Las páginas del fondo de reptiles suman los capítulos más negros de la historia común del periodismo y la política. Un tiempo oscuro.