un día de estos se cumplen 11 años desde que la quiebra del banco especulativo Lehman Brothers pusiera en marcha la mayor estafa de la historia de la humanidad bajo el epígrafe interesado de crisis. Un aniversario que coincide con un momento en que los portavoces habituales, en este caso la OCDE, anuncian una nueva fase de esas crisis que ya se ha instalado de forma permanente en la economía mundial y en nuestras vidas. Según la OCDE, la crisis mundial crecerá a su nivel más bajo en una década. Las nuevas sombras de la incertidumbre económica, sean reales o interesadas, parecen estar de nuevo sobre nuestras cabezas sin que los nubarrones que descargaron las anteriores tormentas económicas, salariales, laborales, inmobiliarias y financieras hayan terminado siquiera de desaparecer. Todo ello coincide también con el inicio de una nueva cumbre internacional sobre el clima que se inicia mañana en Nueva York. Un encuentro al que Alemania acude con la presentación de un ambicioso plan de transición hacia una economía verde con una inversión de 40.000 millones de euros. Y el aumento de las movilizaciones y la reactivación de la protesta con millones de personas en todo el planeta -hay una huelga convocada el próximo día 27 también en Navarra-, para denunciar y exigir medidas efectivas y reales ante la emergencia climática que asuela a la Tierra. Esta misma semana, la revista científica Science advertía de una extinción masiva de las aves más comunes. La mitad de ellas ya han desaparecido en Europa y Norteamérica en las últimas décadas. No sé que acabará resultando de todo esto, pero intuyo que nada bueno para la mayoría de los ciudadanos. En estos 11 años, millones de ciudadanos han sido y siguen siendo utilizados como conejillos de indias para el enriquecimiento desmesurado de unos pocos. Ni se ha refundado el capitalismo que prometieron los líderes mundiales del G-8, G-20, Troika, OCDE o cualquiera de esos organismos burocráticos al servicio de los intereses del capitalismo especulativo ni nada que se le asemeje. Al contrario, sus políticas han dejado a Europa atrapada en la tormenta perfecta, el caldo de cultivo para la reaparición de movimientos políticos de ultraderecha con creciente influencia electoral. La economía se mantiene en situación de crisis permanente, un espacio de tensión crítica en el que los estados de la UE han inyectado billones de euros a la banca privada -y lo han vuelto a hacer con las últimas medidas desesperadas del Banco Central Europeo-, para paliar los efectos de sus desastrosas políticas financieras, mientras se reduce a la mitad el apoyo a empresas y se recortan derechos sociales y laborales. El capitalismo actual no tiene intención alguna de reinventarse, ni parece que la política democrática sea capaz de encontrar alternativas. Quizá por ello, reconozco que me ocurre cada vez que se hace público un informe sobre la crisis -casi siempre entidades dependientes de la banca o que controlan la toma de decisiones económicas en el sistema político como ahora la OCDE-, que no acabo de saber cómo sus recomendaciones afectan en positivo a las personas. Al contrario, creo que pueden abrir aún más la brecha del empobrecimiento en esos sectores sociales y debilitar más a aquellos a los que aún no ha afectado directamente. Desconfío de todos ellos. Me da que no están pensados para nuestro bienestar humano.