si nada extraño ocurre, el martes Pedro Sánchez será investido presidente. Una nueva etapa política con un Gobierno de coalición con Unidas Podemos -una fórmula inédita en esta etapa política que comenzó en 1978-, el apoyo del PNV como pilares más firmes y las abstenciones de ERC y EH Bildu entre otras como colaboración necesaria para la elección de Sánchez. Un paso fundamental de la política española hacia la búsqueda de cierta normalidad institucional y también una oportunidad para la regeneración del Estado. España está ahora en modo fallido. Lleva casi una década deambulando en una crisis institucional, democrática y económica y solo la adopción de medidas regeneradoras profundas y valientes puede evitar que las consecuencias acaben siendo desastrosas para el conjunto del Estado. Más aún tras la irrupción de la ultraderecha. Una irrupción que no hubiera sido posible sin la decantación hacia posturas extremistas e intransigentes del PP o de UPN en Navarra. Este acuerdo es la apuesta más realista, si se pretende de verdad una Legislatura de estabilidad que afronte los problemas económicos, medioambientales y sociales, la reversión de los recortes de libertades y derechos políticos, laborales y civiles, abra vías de diálogo democrático efectivo en Catalunya y ponga fin a la involución autoritaria y antidemocrática que dejan como herencia los años del PP. Los documentos firmados por el PSOE con Unidas Podemos, el PNV y ERC suponen una enmienda a la totalidad a las políticas que ha puesto en marcha el PP durante la última década en lo económico, fiscalidad, sanidad, educación y derechos sociales. También abordan medidas para la recuperación de la calidad democrática, tanto en la recuperación de la separación de poderes como en la vertebración territorial del Estado. Esa tarea regeneradora será la causa principal de las reticencias al mismo. La excusa será Catalunya, pero la verdadera razón del rechazo a esta nueva etapa política en el Estado será esa apuesta democrática por recuperar la calidad de las instituciones que deben sostener y garantizar la democracia. Los poderosos enemigos políticos, económicos, judiciales y mediáticos que rechazan el acuerdo no se estarán quietos. Regresarán los tiempos de la estrategia de la agitación social y la intoxicación informativa. Los mismos que ya practicaron Aznar en los 90, Rajoy contra Zapatero o Esparza contra Barkos y ahora contra Chivite. Confrontación social, enfrentamiento territorial, exaltación política y manipulación mediática permanentes. Discursos filogolpistas, insultos y amenazas e intentos de destabilización. Con el agravante de un nacionalismo españolista exacerbado y nostálgico del pasado alimentado desde los sectores más extremistas de las diferentes derechas -desde el PP a Ciudadanos y UPN-, y la ultraderecha de Vox. Defendí en 2015 la formación del Gobierno de Uxue Barkos en Navarra y sus avances sociales, económicos y políticos han sido positivos para el conjunto de la sociedad. He defendido también el Gobierno de coalición de Chivite como garantía de consolidar esos logros y afrontar otros retos. Y ahora defiendo la apuesta de Sánchez para tratar de sacar al Estado español de una situación de inmovilismo conservador y reaccionario que lo abocaba al abismo político, social y económico. En realidad, es una oportunidad de salvar al Estado de su naufragio.