Finalizada la borrasca de la investidura y superado el show mediático de la filtración sucesiva de los nombres de los nuevos ministros del Gobierno, ahora llega la hora de la verdad. Sobre todo para Sánchez. No sé si la puesta en escena de sus primeras decisiones mostrará un perfil de cambio tranquilo o, por el contrario, optará por impulsar medidas importantes que apunten a una etapa transformadora de forma rápida y contundente. Tampoco sé qué estrategia será la mejor. Pero sea cuál sea, la respuesta de la oposición de derechas parece que será la misma. De momento, insistir en la estrategia de acoso incansable a la apuesta de coalición de PSOE y Unidas Podemos con apoyos territoriales importantes en el PNV, ERC o EH Bildu. No se puedo olvidar que el PNV gobierna en la CAV y forma parte desde Geroa Bai del Gobierno de Navarra y que ERC gobierna en Catalunya. Es un dato clave a la hora de abordar el debate territorial del Estado. De partida, el Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos cuenta con un amplio respaldo en el número de votos electoral. Mayor del de la imagen -más falsa que real-, de una división entre dos bloques, uno progresista y otro conservador, que se traslada. El voto en favor de este cambio político supera en cientos de miles de votos al bloque del no. Existe una alternativa social y democrática mayoritaria al entramado conservador asentado en la cesión a la inefable voluntad de los mercados de la globalización social, en la uniformidad cultural e identitaria y en el control oligopólico de la economía, la información y el trabajo: reparto equitativo y justo de la riqueza, igualdad de oportunidades, profundización democrática y solidaridad y eficacia en la gestión de los recursos públicos. En definitiva, una sociedad basada en criterios de igualdad de derechos y deberes y centrada en la defensa de los derechos humanos y la construcción de la convivencia democrática. De eso se trata. O al menos esas son las expectativas que no debieran defraudarse.