Las razones seguramente son muchas y complejas, de tipo histórico, burocrático, económico, territorial, etcétera. Pero el hecho objetivo es que esta Unión Europea ya es otra. Y de todas sus incapacidades y debilidades, quizá sea la más dura su creciente inhumanidad. De nuevo, las miles de personas que huyen de la guerra y el hambre en Siria ahora -pero antes de Afganistán África subsahariana, Libia, Irak...-, y sobreviven abandonados a su suerte como refugiados en campos de miseria en las fronteras europeas de Grecia, Italia o Bulgaria muestran la peor cara posible de esta Europa del siglo XXI. La Turquía dictatorial y criminal de Erdogán se ha saltado el bochornoso juego de sobornos, chantaje y mercadeo con seres humanos que pactó con la UE -le paga 6.000 millones de euros al año para mantenerlos en condiciones infrahumanas a su lado de la muga con Europa-, y los ha lanzado a un desesperado intento de alcanzar territorio europeo. Se les gasea, se les insulta, se les golpea, se les persigue... son ciudadanos europeos y líderes europeos quienes practican y alimentan ese hostigamiento contra otros seres humanos, mientras, con pocas honrosas excepciones, la política sigue mirando hacia otro lado. Ahora también contra las ONG de solidaridad y ayuda humanitaria que prestan atención a esos miles de perdidos en una nada eterna. Nazis, fascistas y ultraderechistas. ¿Que pasará por sus corazones? ¿Ven las imágenes de miles de personas deambulando por las fronteras europeas, muchos niños y niñas? ¿Los observan hacinados en campos de acogida reconvertidos en campos de concentración? ¿Piensan en la dureza de las guerras de las que huyen? ¿En quienes mueren cada día en el mar o en los caminos? Turquía, en manos del supremacista e islamista Erdogán, representa lo contrario de la UE original. La cesión a su chantaje y amenazas con seres humanos como mercancía supondrá la renuncia definitiva al proyecto común de solidaridad y justicia social y a sus principios democráticos y humanistas originales.