a Europa idealista, solidaria y que presume de ejemplo para las sociedades democráticas venideras tiene varios escenarios de vergüenza donde se pisotean los derechos humanos y, sobre todo, la dignidad de las personas. Uno de ellos es el denominado pomposamente Centro de Acogida e Identificación de Moria en la isla griega de Lesbos. En realidad sus desdichados moradores lo denominan "campo del infierno" y es el mayor de Europa para inmigrantes que llegan al Viejo Continente a través de las costas turcas. Fue ideado por Bruselas como línea de contención ante una avalancha humana que huía de la represión y miseria de sus países. Creado por el ejército para menos de 3.000 personas allí malvivían en contenedores y tiendas de campaña unas 13.600 personas, aunque llegó a acoger a más de 20.000. El incendio que ha arrasado este ignominioso enclave ha puesto de manifiesto la necesidad de que la isla deje de ser un lugar de confinamiento y martirio para los refugiados e inmigrantes, paganos de las políticas inhumanas de los gobiernos de la Unión Europea. El flanco sur de la Unión, y millones de ciudadanos, lleva tiempo reclamando un sistema más decente de acogimiento y distribución de estas personas. El coronavirus ha frenado su llegada, pero el problema amenaza en convertirse en una pandemia de indignidad.