ampoco ayer fue un buen día para juntar las letras de este espacio. Empiezan a aparecer días así cada año con más frecuencia. La edad no es, será otra cosa. El destino de esta columna era otro, pero la vida lo cambió. La misma vida que dejó a Antxon Arza después de que ambos, él y la vida, hubieran compartido 58 años de intensa compañía. Muy intensa para ambos y también para quienes más de cerca han estado de la vida de Antxon, y de Antxon. No voy a escribir ninguna elegía a su persona ni a sus andanzas por este tiempo en la Tierra. Me lo hubiera reprochado con malestar seguro. Y no soy quien. Solo una persona que tuvo la suerte de ir encontrándose con Antxon en el paso de los años. En la ikastola San Fermín y luego muy cercanas amistades compartidas y mi interés por su persona y también por su personaje y el suyo siempre dispuesto a colaborar con DIARIO DE NOTICIAS nos llevó a una relación si no de amistad profunda, sí de cariño personal, de colaboración y de sintonía ante esos grandes y pequeños temas que componen las vidas. Quizá sea esa la seña de identidad en el caso de Antxon, la vida, y, sobre todo, como se peleó con ella para vivirla como quería vivirla, con sus consecuencias buenas y malas. Algunas muy malas. Como a todos, el tiempo nos da espacio para los aciertos y para los errores. Fue hacia adelante asumiendo unos y otros con la puta Parca siempre rondando a su alrededor con consecuencias jodidas. Recuerdo sus conversaciones, sus propuestas, sus estados de ánimo, su biografía, sus programas en Al filo de lo imposible, sus charlas y conferencias, siempre contándome nuevas ideas y proyectos casi como si no hubiera pasado nada en su vida de todo lo que le fue ocurriendo... Antxon tenía algo. Al menos para quienes disfrutamos de su apoyo y de su ayuda cuando la requerimos. Quizá quienes han convivido su tiempo muy cerca de él y quienes han disfrutado de un volumen de amistad a la que yo no llegué tendrán percepciones de su vida diferentes, con muchos más matices y más claros. Para mi Antxon fue una persona agradable, interesante y desinteresada, dispuesta a arrimar el hombro allí donde había que echar una mano. Quizá también sus inmensas ganas de ganarle a la vida le hizo humanamente egoísta. No lo sé. Tampoco sé qué pensaba en la soledad de sus noches de cómo le había tratado hasta ayer mismo esa vida con la que tanto se había implicado y que a mi siempre me pareció injusta con Antxon en comparación con lo que él le aportó cada día de su tiempo. Por eso, no creo que, pese a todo, las sombras sobrepasaran a las luces en el calendario de sus años y de sus sueños. Al contrario. Lo mostraba con su capacidad de transmitir ilusión y su empeño en afrontar vivo los retos de su vida tal cual era. Quien sabe, quizá esté de nuevo provocando a los retos más imposibles allá donde llegue. Si lo ha hecho una vez, lo puede hacer otra. Agur eta ongi pasa Antxon! Goian bego.