on su permiso, me voy a retratar: fui carne de bar. Al igual que todas mis amistades buenas, forjadas primero en las discotecas juveniles al son pongamos que de Modern Talking y luego en las tascas de la capital aferrados a todo tipo de brebajes hasta confluir en el gin tonic. Lo mismo puede decirse de los amores que guarda la memoria, pues si no ligabas en los garitos te ibas a casa a dos velas, sin opción de cortejar vía aplicaciones móviles. Valga este preámbulo para contextualizar la íntima emoción que nos embarga a los entrados en la cincuentena -o casi- conforme se acerca este lunes, fecha de reapertura de los interiores de esos territorios que nos hicieron felices y que todavía nos depararán grandiosos momentos. La clave radica sin embargo en la necesidad de embridar tal excitación, sin que los afectos y los alcoholes por compartir nos nublen la vista de la covid que aún sigue entre nosotros a la espera de la inmunidad de rebaño. La prudencia se impone en forma de sentido común, que ya llegarán las barras a tutiplén y los bailables en torpe ejecución. Así que vayamos recuperando sensaciones, entrenando esos cuerpos y gaznates anquilosados, en los bares que han sobrevivido al virus y que no soportarían más cierres. Y apunten en rojo otra fecha: San Fermín Txikito.