ecesitamos, en el sentido de la propia responsabilidad y de la responsabilidad común, más democracia, no menos. Necesitamos más derechos de ciudadanía, no menos. Necesitamos más participación en la decisión, no menos. Necesitamos más justicia social, no menos. Necesitamos más libertad, no una limitación de la responsabilidad que puede llevarla a su abolición”. Ya he hecho creo referencia antes a estas palabras de Willy Brandt, histórico dirigente de la socialdemocracia alemana, recogidas en sus ya muy viejas Memorias políticas. Sirven hoy para intentar aportar un rumbo para la supervivencia del proyecto de original de la Unión Europea. Ya cuando las escribió, la renuncia a los principios fundacionales evidenciaba los síntomas del principio de una decadencia que ha ido a más conforme se han consolidado en favor del neoliberalismo mercantilista y especulativo y se han ido abandonando progresivamente los valores éticos del movimiento democrático. De todos aquellos ideales de la cultura europeísta queda muy poco. La escenificación más ilustrativa de la decadencia política y ética de lo que fue el proyecto original de la UE ha sido su inútil y penoso papel en 20 años de ocupación en Afganistán. La victoria del Talibán es la gran derrota de Occidente. Pero no sólo en el aspecto militar, sino en el conjunto de lo que pudo ser un proyecto humanista de influencia en el mundo que ha terminado siendo un simple apéndice de otros intereses políticos, económicos y sectarios con una cada vez menor influencia en el concierto internacional. Situarse a la defensiva y eludir sus responsabilidades democráticas y políticas parece ser su única preocupación. Ahora, evitar la llegada de nuevos refugiados a sus mugas. Negociar en el mercadeo de la carne humana con países sin calidad democrática alguna como Turquía o Marruecos que hacen del chantaje una fuente de ingresos económicos y cesiones políticas en favor de sus intereses. El pensamiento libre y la libertad de opinión han sido distintivos de la cultura progresista y humanista frente al modelo conservador y moralista de la derecha, asentado en un pensamiento único de pretendidas verdades absolutas. No se trata de nostalgia: las cosas pasan y el tiempo sigue, pero no está mal que de vez en cuando las risas o las lágrimas hagan acto de presencia ante el féretro de la política, ése cada vez más arte del vacío que ya descubriera Oteiza décadas atrás. Lo que ha ocurrido en Afganistán con la complicidad directa de la UE y de la OTAN y lo que pueda ocurrir a partir de ahora es otro buen momento. Aunque ni siquiera es posible saber si lo que ves, lees o escuchas de lo que está ocurriendo en Afganistán hoy, o tan solo un poco lejos de tu espacio social de convivencia más próximo, es realmente verdad. Es peor que la duda que acompaña al pensamiento humano, es la certeza de que la verdad permanece inevitablemente oculta con la imprescindible complicidad de los grandes medios de comunicación y agencias de prensa. También en las democracias europeas. La derrota de Occidente por ese camino parece tan evidente como rotunda. El Pacífico ha llegado. A la UE solo le queda recuperar su esencia original.