irculan últimamente noticias que inciden en los problemas derivados de la falta de mano de obra que sufre el Reino Unido por el brexit. No hay déficit de directores generales, ni de enchufados en consejos de administración generosamente retribuidos, ni de brokers de bolsa, ni de nada por el estilo. Es mucho más básico. Carecen fundamentalmente de camioneros que les trasladen productos para que no falte de nada en las estanterías de los supermercados, así como de personal que se desenvuelva en determinados oficios de la construcción y de camareros que les tiren las pintas de cerveza. La mayoría de ellos se han largado debido a lo engorroso que resulta obtener ahora un visado y hartos de haber sido explotados. Entre ellos están decenas de miles de camioneros procedentes del Este -cifran en nada menos que 100.000 los que necesitan a día de hoy- que no tienen interés en volver si no mejoran sus condiciones de trabajo. Y en Reino Unido, donde abundan los que piensan que cuando la niebla impide circular por el Canal de la Mancha quien se queda aislado es Europa, muchos también creían que el brexit terminaría con el paro porque los currelos más precarios los asumirían los autóctonos. Craso error de cálculo, que estudian remediar ahora mejorando las condiciones económicas de los empleados a los que forzaron su marcha para atraerlos de nuevo. Alucinante.