ace tiempo que estoy convencido de que el proceso de elección de los ministros de Interior y Economía, Hacienda o Seguridad Social -el nombre va cambiando-, obedece a un cribado previo en el que los criterios de selección priorizan la capacidad de empeorar los desastres de los antecesores. Si los sucesivos ministros de Interior han logrado superarse uno a uno en la reducción de los derechos democráticos de los ciudadanos y en aumentar las capacidad operativa de la porra y la patada en la puerta y en perseguir la libertad de expresión y de opinión, los ministros de Economía se superan unos a otros en la competencia por desmontar el Estado Social, el modelo de bienestar, la calidad y nivel de los servicios públicos, la pérdida de derechos sociales y laborales y en el canto lo más animoso posible a gloria de un sistema capitalista neoliberal que lleva años sumido en el más absoluto fracaso. Nada de eso cambia. Ahora ha sido el ministro José Luis Escrivá el que salta al ruedo mediático adoctrinándonos con la necesidad de alargar la edad de jubilación hasta los 75 y de trabajar más desde los 55 años. Supongo que se refiere a quienes tienen la posibilidad de seguir activos en el mercado laboral a partir de esos 55 años. Escrivá le llama a esa idea algo así como cambio cultural. Se queda tan pincho el ministro. Luego, ya a las horas ha rectificado. Con la boca pequeña, claro. El nuevo globo sonda ya está lanzado. No tengo duda alguna de que la ocurrencia no es para él. Que a los 75 años llevará muchos ya cobrando una suculenta pensión vitalicia o estará empotrado en el consejo de administración de alguna gran empresa o entidad financiera. Tampoco es nuevo esto. Tipos que cobran los mayores sueldos públicos del Estado y que tienen una jubilación privilegiada ya blindada varios ceros por encima de las pensiones medias y mínimas que reciben tras una vida de trabajo el resto de las personas jubiladas. Escrivá se ha pasado la vida en los sillones del Banco de España, el BBVA, el BCE o Airef y como otros como él antes que él, insiste en retrasar la edad de jubilación para garantizar el sostenimiento y viabilidad del sistema de pensiones. De las consecuencias de haber vaciado la hucha de las pensiones para atender los despropósitos políticos, económicos y financieros -la mayor parte de origen privado-, con esos recursos del bien común, Escrivá no dice nada. Lo importante es vincular la jubilación a la esperanza de vida. Y también claro, el mercado de trabajo a unos salarios menores. Todo en orden. La propuesta es una tomadura de pelo insultante en una época de precarización laboral y caída de los salarios. En realidad, forma parte de una inmensa bola de mensajes manipulados, medias verdades y mentiras absolutas. Es un discurso amenazante y chantajista que a la vez alimenta el miedo y la inseguridad, dos claves de la ideología que ha abierto la puerta a la ultraderecha y a los populismos neoliberales y reaccionarios porque los necesitan como arietes contra los valores democráticos y la garantía de solidaridad y convivencia. Harta ese mensaje constante que aleja a un horizonte siempre lejano la jubilación. De ministro. Como si nada.