s por la edad, sin duda, pero pensar que los Sanfermines se puedan alargar hasta los 12 días como que ya te planteas dejarlo para otro año. Pienso en el día 14 camino de casa como siempre y solo de recordar que el día 15 comienza una vez más el periplo de cada jornada se me hace muy largo. Y ya si es para acabar en un segundo fin de semana en el que las fiestas se convierten en una cosa intranquila y desfondada que va mucho más allá de las mismas fiestas, ni cuento lo que me viene a la cabeza. Pereza. Mucha pereza. Lo de los tres días sobreros digo. Tampoco le veo a ese alargamiento nada que tenga que ver con los Sanfermines de verdad. No sé. Más que una ocurrencia de Maya parece un desvarío. Ya es raro que un alcalde traslade a la opinión pública una charla con un amigo y le resulte normal. Con amigos así a Maya no le hacen falta adversarios en política. El tal amigo ese se basta y se sobra. Es difícil de entender que la propuesta le parezca tan increíble como para trasladarla a la ciudad sin siquiera consultarlo con el Santo. O al menos con el párroco de San Lorenzo. Los Sanfermines son algo más importante. Son las fiestas de Iruña y son un escenario de muestra de la ciudad, de su cultura, de su vida, de su economía y de su tierra. Internacional. Es mucho más serio y más importante que una gracieta política. No sé si ocurrirá, aunque no lo creo. Maya ya recula más solo que la Una. Las reacciones de los principales agentes implicados en la organización, el color y el contenido de los Sanfermines han mostrado entre poco y ningún entusiasmo. La hostelería y el comercio más proclives, aunque también según vaya por zonas. Y ni eso. Otro fin de semana de botellón como fórmula claramente mayoritaria no parece un gran negocio tras nueve días de trabajo sin apenas descanso. Porque alargar esos tres días solo implica eso: pillar otro fin de semana. Si la obsesión de Maya por lo que él llama transformar los Sanfermines se reduce a alimentar ese tipo de fiesta, mejor dejarlo. Los Sanfermines tienen de todo, pero sobre todo son unas fiestas populares, de la calle, de las sociedades, de las peñas, de sus rituales y de sus costumbres, de los encierros y de la única gran Feria del Toro que queda en el mundo y de la familia, de los amigos, de los retornos de quienes están lejos y de la llegada de quienes vienen de visita a disfrutar de todo ello. No hacen falta 12 días. Ya nueve son suficientes. Para mí incluso ya un poco largos. Hace muchos años que dejé atrás esa ansia sanferminera de la adolescencia. Tampoco tiene mayoría Maya. Quizá este borono globo sonda acabe también en eso. En nada. Como Pío XII, como Sarasate, como Amaya, como los carriles-bici, como La Milagrosa, como la Pasarela del Labrit... Una legislatura de rectificaciones y humo, mucho humo, para tratar de ocultar esas rectificaciones que solo muestran inacción y una suma tras otra de torpezas políticas. A Maya esta segunda alcaldía le ha llegado tarde. Ya amortizado. Pasar a la historia municipal como Maya I, el Rectificador. Eso sí, San Fermín siempre.