Literalmente, tengo la mosca detrás de la oreja. El insecto, de mediano tamaño, ha reaparecido hoy después de unos días de ausencia. Bueno, supongo que es el mismo porque repite las maniobras. Me da un par de vueltas alrededor de la cabeza y cuando agito las manos para quitármela de encima se esconde en mi espalda, aguarda con paciencia a que reanude el trabajo frente al ordenador y reaparece con energía renovada. Se para en las manos o en los brazos y espera el amago de golpe para salir zumbando. Es cierto que pocas cosas son tan molestas, tan pelmas, como las moscas. Esta es solo una pero esta tarde debe estar aburrida y cunde por cien. Esto ya es un asunto personal. Voy a arreglarlo por la vía rápida y recuerdo un monólogo de Agustín Jiménez que presenta como ‘El periódico no sirve para nada’. Hombre, si no lo quieres para leer, bien enrollado te sirve de ayuda en el encierro. Y convenientemente doblado, para deshacerte a golpes de una mosca. Esto, por ejemplo, no se puede hacer con la edición digital del periódico… de no ser que la aplastes con el teclado o la pantalla. Juro que mientras escribo esta frase la tengo otra vez encima. Tú te lo has buscado.