En mitad de su periplo internacional y de su participación ante la Asamblea de la ONU, Sánchez aprovechó para anunciar que repetirá como candidato a la presidencia del Gobierno por el PSOE de nuevo en 2027 y que esa decisión ya la había hablado con su partido y con su familia. Es muy de la táctica de comunicación política de Sánchez, o de sus asesores no sé, esto de anunciar decisiones importantes como si fueran menores. Lo hizo en primavera de 2023 cuando anunció por sorpresa el adelanto de las elecciones generales para junio de ese mismo año después de que los resultados de los comicios locales y autonómicos no fueran nada buenos. Y, en contra de las previsiones, ese paso le sirvió para continuar en Moncloa hasta ahora.

Al menos. Porque la realidad política presente muestra a su Gobierno en una situación de debilidad. No solo porque la política de acoso y derribo, con sus tintes golpistas incluida, del PP y Vox y de los sectores judiciales, mediáticos y policiales que la acompañan desde las estructuras del Estado oscuro mantienen una constante persecución contra Sánchez y su entorno familiar y político que, inevitablemente, da espacio a una sensación de inestabilidad general difícil de superar. Si no también porque la mayoría democrática que sostiene a Sánchez en el Congreso ofrece evidencias de estarse diluyendo con las posiciones principalmente de Junts y Podemos. Dos formaciones políticas en caída libre en las encuestas que parecen aferrarse a la esperanza de un cambio político que sitúe en el Gobierno de Madrid al PP y a Vox con el objetivo, inútil, de que ese cuanto peor, mejor que pueda venir en el futuro sea su rampa de relanzamiento ante la opinión pública. Es una solución a la desesperada que nunca acaba bien para sus protagonistas. Junts ya ha anunciado que el día 21 decide si mantiene su apoyo a Sánchez. Y a Podemos no se le espera.

Lo cierto es que Sánchez en este momento no tiene apoyo parlamentario para sacar adelante la mayoría de sus propuestas, que van decayendo en el Congreso una tras otra. Tampoco parece que pueda aprobar los Presupuestos de 2026, con lo que deberá afrontar una nueva prórroga. No es el fin de nada –en Navarra, tanto Barcina como Maya lo hicieron durante sus mandatos–, pero es un signo más de debilidad. Y ello pese a que Sánchez tiene la suerte de contar a su favor con una oposición arrollada cada semana por sus propios errores –Feijóo es un desastre hable de lo que hable y diga lo que diga–, y en una creciente pugna, que se recrudecerá, entre PP y Vox por un mismo espacio sociolectoral. Quizá el paso de anunciar su candidatura busque reducir la presión sobre un posible adelanto electoral, pero eso no le evitará el foco de la estrategia de confrontación hasta el final. Aunque ha dado muestras de capacidad y fortaleza política para sobrevivir a peores situaciones.

Me queda la duda de si finalmente la situación política o judicial se hace insostenible para Sánchez, ese paso de convocar a las urnas no abrirá también la puerta en la cabeza de Chivite y del PSN y de sus socios en el Gobierno de Navarra a un adelanto de los comicios forales para coincidir ambas citas. Sería un error. La posibilidad es pequeña, posiblemente ninguna, pero en política los tiempos son impredecibles y lo que hoy es imposible, mañana es solución. Sin más.