Sánchez ha confirmado que el Estado español se sumará al resto de los países europeos y demás miembros de la OTAN en la compra de armas a las empresas armamentísticas de EEUU para regalárselas luego a Ucrania como herramienta para mantener activa su lucha contra Rusia tras la ocupación de parte de su territorio. Quizá sea cosa mía, pero no acabo de alcanzar cómo ni por qué estados soberanos que conforman una institución soberana y democrática como la Unión Europea, pueden llegar a aceptar y asumir ese chantaje de Trump.

También sigo sin comprender la resignación con la que esos mismos países aceptaron igualmente el chantaje de los aranceles, cuyas primeras consecuencias ya están viéndose en la caída de las exportaciones y en la ralentización económica europea, con Alemania y Francia a la cabeza. No sólo obliga a esos mismos estados a elevar hasta el 5% de sus respectivos PIB el gasto para el rearme militar en el marco de la OTAN, sino que también deben adquirir armamento a EEUU. Es incomprensible y aceptable. Ese dinero que dice Sánchez que va a destinar a enriquecer a las corporaciones del complejo militar estadounidense no es suyo, sino del conjunto de los contribuyentes del Estado.

Y, al menos en mi caso, no estoy de acuerdo con que mi pequeña parte se destine a incrementar el gasto militar del Estado, que deberá ser a costa de la reducción del gasto en inversión de otros servicios públicos. Las pensiones y la sanidad ya han sido señaladas como primeras víctimas de esas obligaciones militaristas impuestas. No por casualidad, claro. Y supongo que como yo otros muchos ciudadanos. Al igual que en otros países de la UE. Sánchez se habrá quitado presión por parte de Trump, quien le ha señalado como poco fiable por sus reticencias a dar ese paso de intercambiar más gasto militar por nuevos recortes en las prestaciones públicas. O de las críticas del bufón de Rutte, un ejemplo de la catadura ética e ideología de quienes acaban colocados al frente de la OTAN. Pero en todo este contexto de gasto armamentístico, la idea de una Defensa Europea se ha diluido poco a poco entre los intereses de los negocios con los que Trump organiza su geopolítica internacional.

En un momento para Sánchez en el que resuenan de nuevo los sonidos de los tambores apuntando otra vez a un posible adelanto electoral, con Junts anunciando en el Congreso que es hora de un cambio, no parece que decisiones de indisimulado tono belicista de ese tipo vayan a contribuir a mejorar la cohesión de los grupos que aún mantienen el apoyo a su Gobierno en Madrid. Más bien será otra fuente de dificultades para Sánchez y su Gobierno. Quizá más inevitablemente cada vez, aparece al fondo más cerca y más visible el calendario con las hojas de 2026 como punto de destino electoral. Son solo negocios.