El mensaje de los miles y miles de adolescentes que durante meses se han manifestado en todo el mundo contra la crisis climática -tanto científicos especializados como organizaciones ecologistas llevan meses utilizando este concepto para evidenciar la emergencia del momento, en vez de cambio climático- ha llegado al Parlamento europeo, tras las elecciones del pasado 26 de mayo. Los Verdes llegan a los 70 escaños y serán un bloque clave en la Unión Europea. La ola verde ha conseguido el segundo puesto en Alemania, solo por detrás de la formación de la actual canciller, Angela Merkel, y escala hasta el tercer puesto en una Francia dividida entre la extrema derecha y el centrismo de Emmanuel Macron. En Reino Unido, el partido verde ha superado al partido conservador y se queda en cuarta posición, justo detrás de los laboristas con más de un 12% de los votos. En Irlanda, el partido verde, que hasta ahora no había tenido representación, ha entrado con fuerza y empata con Izquierda Comunitaria Europea en la segunda posición, con el 15% de los votos. Los verdes también crecen en Bélgica y Luxemburgo y entran con denominación propia en Portugal.

La ruptura de la mayoría bipartidista -por primera vez socialistas y populares suman menos de la mitad de los escaños del Parlamento europeo- y las protestas en las calles de toda Europa han empujado el bloque de Los Verdes. Sin embargo, Los Verdes no terminan de despegar en países, como los mediterráneos del sur -es el caso del Estado español-, donde el único eurodiputado verde será Ernest Urtasun, de Iniciativa per Catalunya, que integró la confluencia de Unidas Podemos Cambiar Europa. Los analistas políticos coinciden en que la principal diferencia entre los países mediterráneos, donde Los Verdes apenas han conseguido representantes, y los países del norte, es una diferente cultura política. La crisis climática parece que está más en la agenda política en el oeste y el norte de Europa. De hecho, en el caso del Estado español llama la atención que en las pasadas campañas electorales apenas se ha hablado de la crisis climática, y de otros problemas ambientales.

El avance más significativo es el de Los Verdes alemanes. La formación sube más de diez puntos, hasta el 20,7% de los votos, lo que se traduce en 22 de los 96 escaños que le corresponden al país. El ascenso coincide además con un aumento de 18 puntos en la participación, que no había superado el 60% desde el siglo pasado. Además, y en concordancia con la movilización estudiantil en las principales ciudades de Alemania contra el cambio climático, los más jóvenes han votado mayoritariamente al partido verde.

El aspecto central del programa del grupo de Los Verdes son las medidas específicas de lucha contra la crisis climática. Su programa es, sin embargo, mucho más amplio y puede enmarcarse en la izquierda. Abogan por una mayor presión fiscal para grandes empresas y compañías tecnológicas, luchan contra la brecha salarial y apoyan programas contra la violencia machista. También critican el auge de la extrema derecha y piden una Europa más abierta y receptiva a acoger a refugiados.

El partido verde alemán es el buque insignia de los partidos ecologistas europeos. En estas elecciones ha protagonizado un logro histórico al situarse por primera vez como el segundo partido más votado, después de los conservadores y por delante de los socialdemócratas. Y lo ha conseguido gracias a la creciente conciencia ambiental en el país, sobre todo, entre los alemanes más jóvenes. Es evidente pues que su público es joven, como también lo son sus líderes, el carismático tándem formado por Annalena Baerbock y Robert Habeck.

La situación de Los Verdes en el caso del Estado español es muy diferente. Ha habido muchos intentos de crear un Partido Verde, pero hay que esperar a 2011, en el que tras un proceso de aglutinamiento de los partidos verdes existentes en el Estado español, surge Equo como articulador de las grupos existentes, al que se unieron personas destacadas del movimiento ecologista, como el propio Juantxo López de Uralde, hasta entonces director de Greenpeace, y hoy diputado por Álava (Unidas Podemos), u otras gentes, deseosas de construir un partido verde fuerte y unido que diera respuestas a los problemas ambientales, además de otros.

Posteriormente, se da la irrupción de Podemos en un espacio susceptible de haber sido ocupado por un partido verde, y en el que se integra Equo. Hay, en general, una gran coincidencia en señalar grandes diferencias entre Podemos y los partidos verdes que hoy avanzan en Europa. En la actualidad, y por lo que han informado públicamente algunos miembros de Equo, se ha dado en este partido un proceso de fragmentación muy importante en los últimos años, con fuertes disputas internas, que puede llevar a su desaparición, o al menos a una reducción importantísima de su realidad política y social, que ya se viene dando.

El hecho de que no haya existido un partido verde como tal no quiere decir que ese espacio político no exista. Los desafíos medioambientales están creciendo en toda Europa y, por tanto, las reflexiones acerca de ellos también, especialmente entre los jóvenes, lo que significa que ese espacio político existe y probablemente tenderá a crecer. Hoy, el voto verde se divide entre diversas fuerzas políticas de izquierda y/o progresistas, pero el aumento de la necesidad de actuar con premura ante el desafío ambiental puede modificar la situación actual. Por tanto, se puede dar que en la nueva configuración del sistema de partidos emerja con fuerza una nueva alternativa verde.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente