el 29 de agosto pasado, en el marco de un Curso de Verano de la UPV/EHU, en Donostia San Sebastián, Hablemos de lo esencial, curso dirigido por mi buen amigo Javier Urra, pronuncié una conferencia con el título El valor fraternidad, como base para una ética universal. Presenté cómo abordaban la fraternidad personas tan diversas como el pensador, marcado por el marxismo, Antoni Domènech, la psicoanalista, filósofa, humanista y feminista, Julia Kristeva, Laurent Berger (sindicalista francés), Clotilde Rymarczyk, con una tesis sobre la fraternidad en una universidad de Quebec, Jorge Semprún (dos años en el campo de exterminio de Buchenwald, “la fraternidad como respuesta a la Shoa”), Albert Camus, la fraternidad en el cristianismo y una reflexión al respecto de Gandhi, unas notas de una conferencia mía en 2003 comparando el mundo marroquí con el español, y el extraordinario documento firmado por el Papa Francisco y el Gran Imam de Abu Dhabi, en febrero de este año 2019, sobre la fraternidad interreligiosa con proyección planetaria, sin olvidar el mensaje de Asís, en 1986. En este artículo me voy a limitar a presentar la visión de Albert Camus.

¡Qué librerías las de aquellos tiempos del franquismo! ¡Cómo no mentar, hablando de Albert Camus, las extintas librerías Arrilucea en la plaza Moyua en Bilbao, y la librería Ramos, de las no suficientemente reconocidas Hermanas Ramos, en Donostia San Sebastián, cuando aún adolescente, a finales de los años 50, buscaba en los lugares más recónditos de las librerías mencionados, casi ocultas, las obras de Albert Camus que nos venían de editoriales sudamericanas, y las buscábamos y leíamos con la fruición de la fruta prohibida. ¡Cómo olvidar Bodas/El Verano, El mito de Sísifo, El malentendido, El Extranjero, La Peste, El hombre rebelde, Los justos, Calígula?!. ¡Cómo olvidar el trabajo de Octavi Fullat ¡La moral atea de Albert Camus, mientras me embebía de los autores y libros que recomendaba Charles Moeller en sus impagables seis volúmenes de Literatura del siglo XX y cristianismo! Mucho de lo que soy se forjó en aquellos libros. Perdóneseme este arranque personal para presentar la fraternidad en Camus que ya estaba en muchos de sus libros, pero traigo aquí un párrafo de una carta suya a un amigo alemán. Un amigo alemán de carne y hueso con quien había compartido, entre otras cosas, un viaje por Italia, Austria, Checoeslovaquia, en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Las cartas a un amigo alemán de Albert Camus Las cartas a un amigo alemán de Camus no las leí hasta, ya adulto, comencé a escribir sobre ETA y lo que ETA supuso en nuestra sociedad. Las Cartas a un amigo alemán las publicó su amigo y editor Gallimard el año 1945. La cuarta y última carta fue escrita en julio de 1944, un mes antes de la liberación de París. En el (nuevo) prólogo a la edición de 1948 Camus escribe que “son escritos de circunstancia (redactados en la clandestinidad) y que pueden tener un aire de injusticia. Si hubiera que escribir sobre la Alemania vencida habría que tener un lenguaje un tanto diferente. Pero quisiera eliminar un malentendido. Cuando el autor de estas cartas dice “vosotros”, no se refiere a “vosotros los alemanes” sino a “vosotros los nazis”. Cuando escribe “nosotros”, no significa siempre “nosotros franceses”, sino nosotros “europeos libres”. Son dos actitudes las que opongo, no dos naciones?”. Termina su introducción pidiendo al lector que lea estas Cartas a un amigo, “como un documento de la lucha contra la violencia”. Traigo aquí un párrafo de su cuarta y última carta: “Al mismo tiempo que juzgaré atroz vuestra conducta, me acordaré de que vosotros y nosotros partimos de la misma soledad, que vosotros y nosotros, vivimos con toda Europa en la misma tragedia de la inteligencia. Y, a pesar de vosotros mismos, yo os seguiré manteniendo la denominación de hombre. Para ser fieles a nuestra fe (en los ideales de justicia) nos hemos esforzado en respetar en vosotros lo que vosotros no habéis respetado en los demás (?). Al final de este combate, en el seno de esta ciudad (París) que presenta el rostro del infierno, por encima de todas las torturas infligidas a los nuestros, a pesar de nuestros muertos desfigurados y de nuestras aldeas de huérfanos, yo puedo deciros que, en el momento mismo en el que vamos a destruiros sin piedad, no nos embarga el odio hacia vosotros. Y si mañana, como tantos otros, fuéramos a morir, seguiríamos sin odio”. (Traducción de J.E. de la edición Folio Gallimard, París 1948, reedición de 2010).

Subrayo yo, y lo extraigo aquí del texto, la frase: “Y, a pesar de vosotros mismos, yo os seguiré manteniendo la denominación de hombre”. Camus no les retira su condición de persona humana, “yo os seguiré manteniendo la denominación de hombre” y, añade al final del párrafo, “yo puedo deciros que, en el momento mismo en el que vamos a destruiros sin piedad, no nos embarga el odio hacia vosotros. Y si mañana, como tantos otros, fuéramos a morir, seguiríamos sin odio”. Camus en estado puro. No duda en decir que van a luchar hasta acabar con ellos (Camus militó en la Resistencia francesa contra los invasores nazis) pero, al mismo tiempo no les desposee de su condición de hombres (no son bestias salvajes a dejar pudrir en las cárceles) y lo hace sin odio, pese a que hayan arrasado sus ciudades, asesinado y torturado a compatriotas, violado a las mujeres. Justicia y lucha sí, pero sin odio, sin renegar de la humanidad de todos. Esa es la idea de fraternidad en Camus, incluso en momentos de extrema crudeza, en París, donde residía, un París arrasado.

Camus: entre la justicia y su madre Cuando viajó a Suecia a recoger el Premio Nobel pronunció una frase: “Entre la justicia y mi madre prefiero a mi madre”, que, descontextualizada, dio la vuelta al mundo. Pero la frase completa estaba destinada a responder a un estudiante que reclamaba justicia para una Argelia (Camus era argelino) que luchaba por su independencia y decía así: “En este momento se arrojan bombas contra los tranvías de Argel. Mi madre puede hallarse en uno de esos tranvías. Si eso es la justicia, prefiero a mi madre”. Lo que significa, de entrada, que para Camus el fin nunca justificó los medios. Cierto, pero mucho más que eso, pienso yo, para Camus o, en todo caso para mí, por encima de la justicia estará siempre la persona humana, la dignidad de la persona, sea quien sea, y haya hecho lo que haya hecho.

Cerrando, ¡cómo no!, con lo nuestro Hablando de la violencia de ETA y de otras violencias injustas en el País Vasco, he utilizado en varias conferencias y escritos la cuarta carta de Camus a su amigo alemán. Podría citar testimonios de víctimas, perseguidos, acosados, extorsionados por ETA, y de algunos torturados por las policías en Euskadi, del mismo tenor. Pero aún no tenemos la distancia suficiente para separar el testimonio del nombre de la persona que lo emita. Ahorraré nombres. No son multitudes, pero tengo la esperanza de que estos testimonios iluminarán el futuro en paz, justicia y convivencia que muchos queremos para Euskadi.