10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental

La salud es uno de los recursos más valiosos que tenemos las personas. Y uno de los que más interés despierta. Por ejemplo, una búsqueda simple en Google con el término salud arroja la cifra de 1.550 millones de resultados, mientras que Dios se queda en 495 millones. En realidad lo consideramos el último recurso y lo equiparamos a la vida humana misma. Como cuando decimos, al comprobar que no nos ha tocado la lotería: “Al menos nos queda la salud”.

Sin embargo, esta popularidad no se traduce en una idea clara de lo que significa la salud. Se trata de un concepto cambiante, en evolución. Por ejemplo, hasta hace pocas décadas, salud era un equivalente de “falta de enfermedad”, y ceñía sobre todo al ámbito de la salud física. Pero la famosa definición de la Organización Mundial de la Salud de 1946 estableció que la salud es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Esta definición ha recibido numerosas críticas, pero algunas de sus ideas han calado hondo. Por ejemplo, que el bienestar de la persona va a más allá de no padecer enfermedades, y que depende de varios aspectos o dimensiones.

Posteriormente, se han realizado numerosos intentos de hacer operativa esta definición. Uno de los más famosos es el denominado modelo biopsicosocial, desarrollado por George Engel en 1977. Para este autor, la salud se entiende mejor en términos de una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales y no puramente en términos biológicos. Contrasta con el modelo reduccionista tradicional, puramente biológico, que postula que los procesos de enfermedad pueden ser explicados únicamente en términos de una desviación de la función normal provocados por un agente patógeno, genético, anormalidad del desarrollo o lesión.

Este modelo, que sigue vigente especialmente en disciplinas como la psiquiatría, la fisioterapia, la terapia ocupacional y el trabajo social clínico, ha servido de inspiración a otros, que lo complementan con algunas otras dimensiones que también parecen importantes para la salud.

Así han surgido, por ejemplo, los modelos ambientalistas o ecológicos, inspirados en la teoría de sistemas y el pensamiento sistémico, con autores como René Dubos. En este tipo de modelo la salud solo es posible en el contexto de una relación ecológica equilibrada y compensada; es decir, favorable a la vida humana pero en un proceso permanente de variación biológica y de adaptación del hombre a su ambiente.

Finalmente, una de las aportaciones más recientes a los modelos de salud es la re-incorporación de la dimensión transcendental o espiritual del ser humano. Hablo de rescate de esta dimensión porque ya estaba presente en la visión la salud de todas las culturas y civilizaciones en un momento de su desarrollo -el llamado modelo sobrenatural de enfermedad-, pero que luego fue relegado, al menos en Occidente, al atribuírsele como principales desventajas el situar al hombre en una posición pasiva y obstaculizar el progreso del conocimiento científico.

La renovada importancia de la dimensión transcendental de la salud se basa en dos observaciones. La primera, el hecho de que el resto de dimensiones de la salud se correlacionan positivamente con la presencia y el cultivo de la dimensión espiritual, siempre que se trate de una espiritualidad intrínseca, puesto de relieve por autores como Harold Koening. La segunda, la constatación de que el sufrimiento no es la principal amenaza para la dignidad humana, sino la pérdida de sentido, puesta de relieve principalmente por Viktor Frankl a partir de su experiencia personal en el holocausto nazi.

Este hecho plantea un imperativo ético para los médicos y para el conjunto de los agentes de salud en sus diversas disciplinas. Si la dimensión transcendental o espiritual es importante para las personas que atendemos, es nuestra obligación tenerla en cuenta, comprenderla y alentarla en aras de su sanación. Quizás por primera vez en la evolución del concepto de salud estemos completando el círculo.

El autor es director médico de los centros de Hermanas Hospitalarias en Navarra (Clínica Padre Menni de Pamplona y Centro Hospitalario Benito Menni de Elizondo)