Aquel primer rey Borbón, de Navarra por cierto, lo digo para gentes desmemoriadas, que dicen que dijo pero no, aunque quien le atribuyera la frase bien le conocía sin duda, lo de “París bien vale una misa”, dio la pista para entender la flexible trayectoria de toda la dinastía en su devenir histórico, tanto en Navarra como luego además en Francia, como más tarde también en la monarquía española. Para empezar, siendo rey de Navarra y aspirante belicoso al trono francés en aquellas viejas guerras de religión del siglo XVI, jefe del bando protestante frente al católico, tras salir militarmente triunfador, cedió político-religiosamente y accedió a hacerse tridentino para sustentar su nueva corona con un más amplio consenso que el calvinista. Con su Edicto de Nantes desactivó las guerras de religión, aun a costa de su vida luego en manos de un ultracatólico jesuita.

No es que crea en genealogías determinantes de evoluciones políticas, pero hay que convenir en que se han sucedido en la historia múltiples casos de flexibilidad borbónica, así en la corona española como en la francesa. Supo, por ejemplo, Carlos IV de España ceder ante Napoleón y abdicar a favor de José I Bonaparte. Vencido Napoléon y restaurado el borbonismo, Fernando VII el rey absolutista no se amilanó ante la rebelión de Riego y, triunfante el liberalismo de éste, dijo aquello otro de: “Vayamos todos, y yo el primero, por la senda de la Constitución”, propósito de enmienda que solo le duró tres años pero que retrata bien la flexibilidad de la dinastía. Hasta su hija Isabel II, hija ya del liberalismo, en disputa por el trono con su tío Carlos (V para sus partidarios carlistas), estuvo a punto de ser casada con éste para dar fin a la primera carlistada, la de los Siete Años. La propia Isabel II, ya adulta, fue ejemplo de flexibilidad en sus costumbres, supo casar y vivir a su aire y, llegado el momento en 1870, fue capaz de abdicar a favor de su hijo Alfonso XII para que éste recibiese la corona de la nueva restauración borbónica. Su nieto Alfonso XIII, otro ejemplo de flexibilidad, aunque con menos arrestos, cuando huyó a Francia ante la llegada de la Segunda República en 1931, y según dicen también dijo: “espero que no habré de volver, pues ello solo significaría que el pueblo español no es próspero ni feliz”.

No fue menos flexible el hijo Juan de Borbón que negoció con Franco la educación de su vástago Juan Carlos a cambio de asegurarle el acceso al nombre de Juan Carlos I. Y este mismo supo abdicar también a favor del actual Felipe VI.

Toda una trayectoria borbónica de flexibilidad, bai maittiak. Así que no entiendo vuestra actual prevención ante la monarquía, como si nunca antes se hubieran dado otros tantos milagros políticos por estos lares: si los albaceas y testaferros de un dictador nos trajeron una democracia, si ésta puede ser gobernada por partidos republicanos garantes de una monarquía, ¿cómo desechar sin más la idea de que un rey pueda depararnos una república con corona?