spaña se une al grupo de 8 países que han creado el llamado frente sur compuesto por Francia, Italia, Portugal, Bélgica, Irlanda, Luxemburgo, Eslovenia y Grecia. Y lo hacen los llamados países pobres y alguno no tanto, porque dicen que Europa es más que un espacio de intereses, que deben prevalecer los valores. Nada más comenzar esta crisis, y sin ser experta en nada, le decía a una amiga que echaba en falta la propuesta, si es que la estaba elaborando, de la Unión Europea en un asunto de esta envergadura.

Al mismo tiempo me cuestiono qué hace una unión de estados si no reacciona ni en tiempo, ni en forma ante una situación dramática que recorre toda Europa y el mundo. Sólo me queda reflexionar, decir que ante todo me considero una europeísta convencida. No de manera idealista ni estúpida, sabiendo que la capacidad de respuesta de esta unión está condicionada por los poderes económicos más que políticos y democráticos. Y que duda en resolver el drama de sus conciudadanos con valentía, audacia y con una atrevida visión social. En definitiva, soy europeísta porque soy gregaria en el sentido de que quiero, necesito vivir agrupada. No me siento cómoda en el individualismo. Llegados a este punto, ¿dónde está el nudo gordiano de la parálisis europea ante semejante crisis? De lo leído estos días se desprende que el nudo está en lo de siempre, el dinero. Y aquí hace acto de presencia la fórmula europea para salvarnos.

Esto que parece inofensivo porque quien no estamos por lograr la estabilidad encubre la fórmula de sálvese quien pueda. Porque no es un acuerdo mancomunado, ¡¡qué va!!

Esta emergencia sanitaria que está matando a personas se resuelve con lentitud calculada de cuánto voy a poner yo, país rico, para atender a los pobres. En resumidas cuentas, lo que hay detrás de esta terrible propuesta es la idea de que los países del centro y norte son superiores a los del sur y periferia, apoyando su propuesta en la idea de escarmiento. Porque no quieren una Europa solidaria. Este entramado se basa en que ellos generan riqueza y que los del sur la derrochamos. El fondo de la verdad es que el poder económico manda de nuevo, y de salir adelante esta propuesta vuelve a imponerse más mercado y menos estado. Ese estado social que los liberales acérrimos tildan de parásito. Cuando la realidad más evidente es que gracias a un estado potente, organizado y eficaz, se puede dar la única respuesta certera y social para atajar esta terrible experiencia.

La evidencia se demuestra día a día con el trabajo de todas las personas profesionales de la salud, tratando a infectados del coronavirus y salvando vidas. Es obligado reconocer toda una marea humana que trabaja y hace que las cosas importantes de la vida sigan funcionando. Los recortes sufridos en la anterior crisis de 2008 nos están escupiendo en nuestra propia cara. Es tiempo difícil, pero precisamente por el parón que sufrimos es momento de reflexionar y reivindicar más un estado fuerte, social y con derechos, o no habrá solución.