icen que quien no conoce su historia está obligado a repetirla. La situación sanitaria que ha provocado el bicho tendrá su continuación con una nueva crisis económica, cuyo alcance todavía desconocemos. Comentan los economistas si la recuperación se producirá en forma de V, de W, de U o de L. La gravedad de los efectos económicos dependerá de la duración de la pandemia y de la financiación que se ponga a disposición de las personas y de las empresas para superar la situación. Me contaba hace unos días un amigo que hace 40 años trabajó en una empresa que técnicamente estaba en quiebra, pero a la que los bancos financiaban, y hoy es una gran empresa en su ámbito de actuación. Va a ser clave la actitud de las instituciones europeas, que, en este caso, quizá porque afecta a más países, parece que son más sensibles hacia las consecuencias de la crisis que en la del año 2008, que estábamos empezando a superar.

Me parece adecuado examinar cuáles han sido los efectos de la crisis del año 2008 en las cuentas públicas de Navarra para tener un antecedente de lo que puede ocurrir. Para ello, he analizado las cuentas de Navarra desde el año 2000 hasta el año 2019, estas últimas son todavía provisionales. He homogeneizado los datos eliminando los importes de los gastos fiscales que durante algunos años se contabilizaron presupuestariamente y he considerado la deuda pública por su neto de gastos e ingresos, ya que estos ajustes favorecen la comprensión de los datos.

En estos años se observan claramente tres periodos: de 2000 a 2007, caracterizado por el incremento continuo de los presupuestos y una pequeña disminución de la deuda; periodo 2008-2017, en el que se mantiene el importe de los presupuestos e incrementa significativamente la deuda; los años 2018 y 2019, en los que se inicia la recuperación con un pequeño incremento de los presupuestos y se comienza a amortizar deuda, 288 millones entre los dos ejercicios. Analizo básicamente los dos primeros periodos.

Dos indicadores nos revelan el comportamiento general de la economía: el PIB y la tasa de paro. Entre 2000 y 2007, el PIB aumenta a una tasa media anual del 7,3 por ciento, mientras que entre 2008 y 2017 se mantiene estable hasta los dos últimos años en que se aprecia su crecimiento. El incremento medio anual en estos años es del uno por ciento.

El paro (medido en el cuarto trimestre de cada año) se sitúa en el primer periodo alrededor del 5,5 por ciento, con el nivel más bajo en 2007, 4,3 por ciento. Crece notablemente a partir de ese año, siendo 2012 el año con mayor tasa de paro, 17 por ciento, para iniciar un descenso a partir de 2012 y alcanzar el 9,6 por ciento en 2017, todavía más del doble que en 2007.

Es decir, que mientras entre 2000 y 2007 hay un fuerte crecimiento de la economía navarra con pleno empleo (así se considera cuando la tasa de paro no supera el 5,5 por ciento), entre los años 2008 y 2017 se dispara el paro, aunque el PIB sube moderadamente.

La repercusión de la crisis en el sector público se refleja en las cuentas del Gobierno de Navarra.

Los gastos de personal y compras de bienes, que en el primer periodo crecían al 7 y 12 por ciento de media anual, pasan a un crecimiento del 2 y 4 por ciento y las transferencias corrientes que lo hacían al 9 por ciento, disminuyen un uno por ciento. En los gastos de capital, las inversiones pasan de un crecimiento del 3 por ciento anual a disminuir un 8 por ciento, mientras que las transferencias de capital pasan de aumentar el 7 por ciento a disminuir el 12 por ciento. Se observa claramente que se produce una reducción drástica de los gastos de capital y un esfuerzo por contener los corrientes (reducción salarial, tasa mínima de reposición y revisión de los diferentes contratos de compras).

Esta actuación en los gastos tiene su origen en el comportamiento de los ingresos, cuyo principal componente son los tributarios. Si nos fijamos en los más significativos, podemos comprobar que el IRPF creció entre 2000 y 2007 a un ritmo del 8 por ciento y en los siguientes diez años al 2 por ciento, a pesar del sustancial incremento del paro. El impuesto de sociedades con un crecimiento del 11 por ciento, pasa a disminuir un 6 por ciento anual. Por su parte, el comportamiento del IVA es muy similar al del IRPF con unos crecimientos del 8 y 1 por ciento, respectivamente.

En la crisis del 2008, los ingresos por IRPF e IVA reducen notablemente su crecimiento y disminuyen significativamente los derivados del impuesto de sociedades. Este efecto se observa claramente si se comparan los datos del año 2000 con los del 2019. El IRPF pasa de una recaudación de 642 a 1.538; el IVA de 692 a 1.405 millones; y el de sociedades de 291 a 274 millones de euros.

La crisis obligó a congelar o disminuir determinados gastos públicos y a emitir deuda, que, entre los años 2008 y 2017, ascendió a un importe neto de 2.566 millones. En estos mismos años la disminución de los ingresos de sociedades respecto al año 2007, que fue el de mayor recaudación, fue de 3.417 millones.

Si los tres impuestos analizados se hubieran comportado como en el periodo 2000-2007, se hubieran recaudado 3.444 millones más hasta el año 2017, aunque también habrían crecido los gastos.

A partir de 2018 y 2019 se observaba una cierta mejoría de las cuentas públicas y, en 2020, el bicho nos vuelve a situar en una nueva crisis. En la anterior las causas fueron económicas, en la que se inicia ahora han sido sanitarias, pero es probable que los efectos para muchas personas sean similares.

A pesar de los recortes en los gastos públicos, el sistema sanitario no ha colapsado y disponemos de una atención primaria que ahora facilita la vuelta a la normalidad.

Conocer las causas y los efectos de la crisis anterior, tan cercana, puede contribuir a valorar las medidas a adoptar, pero los fríos números no son suficientes, ya que las consecuencias las sufren personas y colectivos muy concretos por lo que sería conveniente que el ejecutivo y los órganos de control, Defensor del Pueblo y Cámara de Comptos, nos informaran de los efectos de la crisis y de los resultados de las medidas adoptadas, tanto en las cuentas públicas como en la sociedad civil.

El autor es economista