oda sociedad inventa una razón ideológica para justificar sus desigualdades", sostiene el economista francés Thomas Piketty. Y esta tesis viene a cuento de cómo gestionó Europa la crisis de Lehman Brothers, con un modelo basado en el endeudamiento -o estrangulamiento- de las economías consideradas débiles, en aras a una supuesta razón ideológica de crecimiento económico, estabilidad financiera, rentabilidad de los mercados internacionales€ Aun a costa de aumentar las brechas sociales y territoriales dentro de la UE. Aun a costa de menos Europa. Ahora nos golpea otra la crisis, derivada de la pandemia mundial del covid-19. Pues bien; no tropecemos con la misma piedra.

Cuando parecía consolidarse la Europa de las dos velocidades y el discurso que durante las últimas semanas han venido desplegando los países de la denominada nueva Liga Hanseática, la madrugada del martes nos amanecimos con un acuerdo esperanzador en el Consejo Europeo. Un acuerdo histórico por tres razones: por la cuantía misma del fondo de recuperación aprobado (equiparable, por ejemplo, a lo que supuso el plan Marshall tras la Segunda Guerra Mundial), por la emisión de deuda conjunta europea y por la apuesta por el principio de cohesión social.

Este acuerdo responde a la necesidad de ofrecer una respuesta rápida que haga frente a los azotes de la pandemia, pero también al reto de establecer medidas estructurales que reorienten nuestro modelo de desarrollo, el mismo esquema del que ha partido nuestro plan Reactivar Navarra/Nafarroa Suspertu. Tras un enconado pulso con quienes abogaban por estrechar el cinturón de la austeridad, el Consejo Europeo ha terminado fijando un fondo de 750.000 millones de euros, repartidos casi al 50% entre subvenciones y créditos. El acuerdo ha dejado pelos en la gatera, puesto que establece exigentes -y hasta cierto punto lógicas- condiciones y garantías y porque contempla también recortes en otros programas. Pero lo importante es la articulación del propio mecanismo, no como una suerte de rescate tutelado por una troika, sino como una respuesta solidaria de inversión pública y reactivación económica. Y, como decía, por primera vez en la historia Europa acomete una emisión de deuda conjunta en lugar de hipotecar individualmente a determinadas economías. Un matiz que encierra una enorme transcendencia económica€ y política.

Este debate no ha sido únicamente de orden económico-financiero. Responde a una discusión ideológica de fondo sobre el modelo de respuesta a la crisis y sobre qué Europa queremos. Las políticas económicas se deben diseñar luego al servicio de unos principios y no al revés, como ocurrió en la anterior crisis, cuando el interés público se supeditó a las exigencias de los mercados financieros, como nos apuntara Piketty. La apuesta por una Europa social tiene que ver con cuestiones tan inmediatas como el esfuerzo colectivo y la prioridad de las personas ante los embates de las crisis, con la participación directa de las regiones y de la propia ciudadanía en el diseño de las grandes políticas y toma de decisiones, con la democratización de las instituciones europeas o con el impulso a la economía desde el sector público. Y este debate tiene que ver también con cuestiones de más de fondo o principios ideológicos como la cohesión social, la sostenibilidad en el modelo de desarrollo, la diversidad de las regiones europeas, la igualdad o los sistemas de protección para no dejar a nadie atrás€ Tiene que ver, en definitiva, con los valores de la Ilustración como inspiradores del mapa de la construcción europea y no con la mercantilización en un puzle de intereses económicos.

Ahora nos toca bajar al terreno. A la Comunidad Foral de Navarra se le presentan importantes e inquietantes desafíos, y también una gran oportunidad colectiva. Pero para ello debemos actuar con celeridad y hacer valer nuestro papel, sin complejos, ante el Estado y la UE.

Nuestros instrumentos de autogobierno -un régimen económico y fiscal propio- y los indicadores de PIB, déficit o rating de calificación de deuda que Navarra ha acumulado durante estos últimos años nos sitúan en buenas condiciones de partida para financiarnos con una emisión propia de deuda y disponer de un sector público fuerte y con músculo inversor ante los momentos críticos que nos aguardan. Pero no sólo eso. También hay contenido ideológico en nuestra posición: los pasos que Navarra ha estado dando en el proceso de transformación iniciado estos últimos años, concretamente en materia de transición ecológica y transformación de la industria, además de otras cuestiones no menores como el dinamismo solidario y colaborativo que caracteriza a nuestro tejido asociativo, nos meten de lleno en las vías que ha instalado Europa en su plan de recuperación. Aprovechémoslo sin esperar a que otros muevan ficha.

La llamada Green Deal o pacto verde europeo -en las tres patas de la transición energética, la adaptación al cambio climático y los principios de la nueva sostenibilidad urbana y territorial- y la digitalización de la economía son, efectivamente, las dos grandes apuestas del plan de recuperación europea. De la capacidad para ejercer nuestro autogobierno y de que las instituciones navarras puedan tener una participación directa y activa en el desarrollo de los programas europeos dependerá ahora que esa construcción de la Europa social no se pierda en altas esferas burocráticas y descienda al terreno. Navarra debe estar preparada.

El autor es vicepresidente segundo y consejero de Ordenación del Territorio, Vivienda, Paisaje y Proyectos Estratégicos del Gobierno de Navarra