ivimos tiempos difíciles en lo social y convulsos en lo político, agravados por una pandemia que ha puesto no solo en alerta, sino en jaque a toda la humanidad. Este 2020 se nos ha presentado un virus devastador que nos ha hecho cambiar no solo de hábitos y costumbres, sino también la manera de entender la vida y las relaciones humanas. Esto aún no ha pasado y quedan largos meses de incertidumbre en los que todas y todos debemos actuar con la mayor responsabilidad posible. En esa responsabilidad la parte política también ha tenido que hacer frente a una de las gestiones más complicadas; muchas veces con el miedo de no acertar en la decisión, otras veces, con mayor o menor firmeza, incluso con equivocaciones, aunque lo fundamental de estos momentos y de estas situaciones es acordar y buscar la mejor de las soluciones.

Desgraciadamente, hemos tenido que ver bochornosos espectáculos donde se han estado tirando los trastos unos y otros, donde parece que primaban más los intereses partidistas que los intereses generales de la población, y así han trasladado esa crispación política a la calle.

Siempre he dicho que los ayuntamientos somos pieza clave en la gestión al ser la administración más cercana a la ciudadanía, a su realidad y a sus necesidades, y por ello es esencial que la labor política se centre en dar respuesta a las demandas que nos trasladan. Ese es nuestro compromiso.

La política ha pasado por diferentes etapas en las últimas décadas. Para bien o para mal, su teatralización y puesta en escena ha cogido mayor relevancia. También los debates candentes, incluso con mayor difusión en medios y redes sociales de los momentos de más tensión entre adversarios. Por una parte, el morbo de la bronca, de la crispación y de la guerra ha ido cogiendo más fuerza de manera intencionada en diferentes foros, produciéndose, por otra parte, un rechazo de la sociedad, como si fuera imposible llegar a grandes acuerdos entre partidos diferentes.

Si lo trasladamos a la ficción, pondría dos ejemplos. En primer lugar, la serie americana House of cards nos enseña cómo un ambicioso congresista es capaz de absolutamente todo para llegar al despacho oval y hacerse con el poder, incluso traicionando a sus propios compañeros y en contra de los valores que supuestamente representa actuando como un absoluto psicópata.

En segundo lugar, Borgen, un drama político que narra la llegada de la primera mujer al cargo de primera ministra danesa de la mano de un modesto partido que logra formar una mayoría transversal gracias a acuerdos amplios.

Sin duda, podemos poner ejemplos reales a estos dos escenarios y nos daríamos cuenta de que cuando en otros lugares están mucho más habituados a grandes pactos, aquí nos falta aún mucho que avanzar en la cultura de los acuerdos.

Decimos que Navarra es tierra de diversidad, también en lo político, y creo que durante los últimos años se ha demostrado que con voluntad y altura de miras se han logrado importantes alianzas.

Hace unos días, varios grupos municipales que componemos la Corporación del Ayuntamiento de Zizur Mayor-Zizur Nagusia firmamos e hicimos público un acuerdo presupuestario y de inversiones transversal y plural que mira al futuro, dejando a un lado cualquier otro interés. Una unión entre diferentes, quizás muy diferentes, pero una unión más necesaria que nunca en tiempos de crisis; poniendo a las y los vecinos en el centro y con propuestas concretas para que no nos quedemos estancados ni social ni económicamente; apostando por ayudar a nuestro comercio y hostelería local, con una planificación en aquellas acciones que sean de interés general. Hablamos de un nuevo gaztetxe-local juvenil para dotar de nuevos y mejores espacios de reunión y ocio a nuestra juventud, una ampliación del club de jubilados con la creación de un espacio de centro de día, un espacio para la atención a las familias y mejoras en otras infraestructuras municipales como en las bibliotecas o la casa de cultura.

Es así la única manera de garantizar que nadie se quede atrás, con un pacto transversal y generoso con altura de miras, con más consenso y, sobre todo, con objetivos comunes para responder a las necesidades del momento. La referencia que suele hacer el catedrático de Filosofía, Daniel Innerarity, sobre la vieja y nueva política, encaja precisamente con lo que estamos hablando. Pactar y acordar en base a programas, proyectos, propuestas y acciones es precisamente la nueva política. Lo viejo es hablar de sillones o hacer cambios de cromos para mantenerse en la cúspide. Aprobar unos presupuestos sociales que permitan seguir manteniendo unos servicios públicos de calidad, que fomenten políticas y acciones del autoempleo o el impulso a programas sociales y de conciliación con un consenso nunca alcanzado es nueva política. Es lo que hemos logrado en Zizur Mayor, un gran pacto desde la proactividad y voluntad y sin oposición de aquellos grupos que no han participado de él.

En definitiva, es una buena ocasión para recordar esta reflexión y aplicarla en el día a día de nuestra labor. Si los acuerdos son importantes es porque los costes del no acuerdo son muy elevados, fundamentalmente asentar el statu quo y permitir que las cosas sigan siempre como están.

El autor es alcalde de Zizur Mayor por Geroa Bai