arodiando el título de la película de los hermanos Cohen, allá por el año 2007, No es un país para viejos; thriller de acción y violencia que se desarrolla en la frontera de Texas, donde nadie se encuentra a salvo de esa espiral de violencia que envuelve a ese territorio fronterizo y donde solo sobrevivirán los más fuertes. Evidentemente ese país ficticio no era para mayores como este país, cruda realidad, debido a las circunstancias laborales y económicas por las que atraviesa ya hace mucho tiempo, no es muy apropiado para un desarrollo socioeconómico y equilibrado de la juventud.

Algo falla, empezando por los poderes públicos, no se están haciendo bien los deberes con este colectivo ni de lejos, se les está hurtando su derecho al porvenir, consagrado en el art. 48 de la Constitución española, cuando dice: "los poderes públicos promoverán las condiciones para la participación libre y eficaz de la juventud en el desarrollo político, social, económico y cultural".

El pasado mes de mayo, se celebraba el décimo aniversario del movimiento popular 15-M; aquel día del año 2011, en plena crisis financiera de deuda del año 2008, unos cientos de jóvenes madrileños ocuparon durante un mes la plaza de la Puerta del Sol, bajo el lema de no nos representan y delante de una gran pancarta que decía: "Sin casa, sin curro, sin pensión", inspirados por el núcleo duro del movimiento, el grupo Juventud sin Futuro. Diez años más tarde, podemos decir que no solo la situación no ha mejorado sino que las reivindicaciones de aquel movimiento popular están más vigentes que nunca. El mismo Banco de España, institución que el movimiento puso en tela de juicio en aquellos días, como defensor a ultranza de la ortodoxia liberal, nos alertaba estos días de agravamiento de las condiciones laborales de los jóvenes y su difícil acceso al mercado laboral como consecuencia de la pandemia que venimos sufriendo desde el pasado año.

Basta dar unos datos para dibujar el panorama laboral de nuestra juventud, a día de hoy; 4 de cada 10 jóvenes son desempleados; el año pasado, 2020, el 49% de los empleos que se perdieron correspondía a jóvenes entre 16 y 34 años. Un 52% de la temporalidad afectaba a empleos desempeñados por este grupo de población, el 32% de los jóvenes están en riesgo de exclusión social. Qué duda cabe que la emergencia sanitaria que vivimos ha dificultado, más si cabe, y agravado la situación de este colectivo. Así, ahora durante la pandemia, debido a esa tasa de eventualidad han sido muy pocos los jóvenes que se han beneficiado de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTES), por ejemplo. Pero no pasa nada, son jóvenes y sin ningún tipo de cargas familiares y tienen toda la vida por delante y además ya está la familia para darles cobijo y apoyo como en la pasada crisis del año 2008; toca una vez más estirar el salario del padre o la pensión del abuelo.

Seguimos dando datos; el alquiler en este país ha subido en cinco años un 50% mientras el salario medio solo lo ha hecho en un 5,4%, según la última Encuesta de Población Activa (EPA). El número de viviendas sociales en España por cada 100 habitantes es de 2 cuando la media europea es 8 ó 9 y no digamos en Países Bajos, que supera el 12, Por no hablar de las grandes ciudades españolas donde el problema se agudiza, con unos alquileres abusivos. Pues bien, en una ciudad como Viena, el 40% de su parque inmobiliario son viviendas sociales, mientras en Madrid no llega al 5%, según el último censo del INE. La Agencia Europea Eurostat ha obligado al Gobierno de España ha incluir como deuda pública en el año 2020 los 35.000 mil millones de euros de la SAREB, el banco malo, resultado de la última crisis del año 2008. Otro capítulo más de socialización de las pérdidas y privatización de los beneficios. Mientras tanto,el Partido Socialista es incapaz de atender la reivindicación de Podemos de proponer y aprobar una nueva Ley de Vivienda que fije y limite el precio de los alquileres.

La emigración sigue funcionando como válvula de escape. En el año 2014, la directora Iciar Bollain rodó un documental En tierra extraña sobre la vida de muchos jóvenes emigrantes españoles y sus penurias para sobrevivir en la ciudad de Edimburgo; un documental de denuncia del paro y la emigración juvenil. Según el Instituto Nacional de Estadística han emigrado desde el año 2008 hasta el presenta año, 2021, un total de 850.000 jóvenes, menores de treinta años; otras fuentes dan un numero más aproximado a la realidad de un millón y medio. Nada ha cambiado, aunque la emigración ahora se disfrace de un Erasmus necesario para labrarse un buen curriculum, en muchos casos se trata de un billete de ida sin retorno. Así mandamos médicos, médicas, enfermeros, ingenieras, maestros, técnicos en general a Gran Bretaña, Irlanda, Países Bajos, Alemania, Francia, etcétera.

Concluyendo, parece que la sociedad española se ha acostumbrado a la precariedad del mundo juvenil, se ha hecho algo endémico; algo se hace, por ejemplo, en Navarra con el programa emancipa y la ayuda al alquiler de viviendas, pero son claramente insuficientes.

Los grandes partidos estatales incorporan algunos jóvenes a sus aparatos, pero parecen ya viejos, dado que no difieren en nada sus mensajes de su correligionarios, mayores en edad. Ya es hora de dar voz a este colectivo, nos jugamos nuestro futuro, no solo el suyo, ya está bien de hablar tanto de prolongar la edad de jubilación y más hablar de facilitar la incorporación laboral de los jóvenes, los llamados a cambiar la sociedad.