l día en el que las empresas navarras de transporte de viajeros firmaban su final, el mundo estaba muy tranquilo. Ni siquiera el consejero de Educación había dado respuesta a las preocupaciones, propuestas o errores que habíamos señalado. No es necesario recordarlo, pero hemos vivido una pandemia que restringía los viajes. Y ya imaginarán que mantener un autobús e invertir en nuevos vehículos supone un desembolso terrible que, sin ganancias, sin ayudas y sin reservas resulta imposible realizar.

Quizá sea necesario añadir a esta crónica que, en la actualidad, las líneas regulares de Navarra las llevan en su mayoría las grandes empresas. Tal vez no se sepa, pero lo único que quedaba para las empresas de autobús navarras, las familiares de toda la vida, esas que cada uno en la zona navarrica que viva se las conoce de memoria, era la esperanza de una buena licitación de transporte escolar que les diera estabilidad hasta la recuperación de los viajes en autobús.

Concretamente, 360 familias de las 600 que hay en Navarra trabajando en el sector del autobús interurbano dependían de esta licitación para seguir adelante y estaban deseando poner en marcha sus autobuses para acercar a los alumnos a su centro de estudios. De hecho, el transporte escolar es un servicio esencial del que podemos estar cada vez más orgullosos en nuestra comunidad, dado que permite el acceso de los alumnos a la educación básica, independientemente del lugar en el que vivan.

Para cubrir este servicio, las empresas de autobús de Navarra tienen el reto de organizar prácticamente la totalidad de su flota en rutas escolares y que, en la licitación de este año, están planteadas para durar 5 años. Como todo reto, es fácil cometer errores si no se conoce al dedillo la zona, la carretera, la anchura de las entradas y salidas de cada pueblo, el número de alumnos, la cantidad de autocares a adaptar según cada necesidad, la forma de ordenar las rutas dobles, los cambios de horario, etcétera.

Es prácticamente imposible de organizar sin la experiencia que tiene el sector. Un sector que lleva generaciones recorriendo los mismos kilómetros con sus vehículos, y que esperaba seguir mejorando su flota y sus servicios como lo lleva haciendo desde sus orígenes. Un sector que confiaba en que, ya se podía parar el mundo, que se le valoraría como seña de identidad de nuestra tierra; clave para nuestra salud y la del planeta, por ser fundamental como modo de transporte sostenible, seguro e históricamente imprescindible para la cohesión territorial de nuestra comunidad.

Ya podía venir una pandemia, que se adoptaban las medidas necesarias en el momento. Y así se hizo. Es más, el transporte escolar demostró que el sistema de ventilación del autobús lo convierte en un espacio seguro frente a la covid-19, y ya sabemos que en carretera es la opción más segura, además de reducir la contaminación, el tráfico y el estrés al volante. Las empresas de autobús confiaban en la existencia de un plan de ayudas específicas para el sector, como se ha hecho en otras comunidades.

Sin embargo, el día en el que las empresas navarras de viajeros firmaron su final, ya habían sido rechazadas como candidatas a recibir ayudas por parte del departamento de Turismo, pese a ser sus trabajadores quienes nos llevan en sus autobuses a conocer y dar a conocer el patrimonio y cultura de nuestra tierra. Quedaba confiar en la licitación de transporte escolar.

En cambio, el sueño de arrancar y renovar flota en los próximos 5 años se ha apagado con una licitación que, gracias a la voz que nos ha dado la prensa, ya hemos contado. Se resume el final de la crónica en la falta de interés de un consejero por enmendar dos errores tontos que suponen una falta de un 15% de presupuesto en una licitación que tiene el beneficio establecido por debajo de este porcentaje, lo que se traduce en un clavo ardiendo para unas familias que se encuentran en una situación vulnerable.

El día en el que el departamento de Educación decidió que no se daba respuesta a los errores, se decidió que prevaleciera la buena imagen, el mensaje de que vamos a llevar a más alumnos, por encima del buen funcionamiento del transporte y del servicio que se ofrece. Da igual si el estudio de costes estima que 15 minutos de autobús son 0,15 de una hora en vez de 0,25, la cuarta parte. Da igual si la RAE dice que "hasta" es el "límite máximo", que se va a exigir esa cantidad de plazas "al menos", pagadas por una categoría inferior y dejando fuera de la licitación a los autocares de menos de 22 plazas. Da igual si esto supone rutas más largas para los alumnos, autobuses más grandes con más paradas. Dan igual las condiciones de los acompañantes...

Se ha aprovechado la situación de vulnerabilidad de un sector para apretarlo durante 5 años, lo cual pone en peligro la renovación de la flota, el buen servicio de transporte escolar para los alumnos y la supervivencia de las empresas de autobús que permiten la movilidad segura, sostenible y saludable. El viernes cerró el plazo para presentarse a la nueva licitación de este transporte y, a menos que se suspenda y se enmienden los errores, la tragedia es que no van a quedar tantas empresas navarras de autobús que lo cuenten.

El autor es secretario general de ANET (Asociación Navarra de Empresarios de Transporte por Carretera y Logística)