l aval de la Agencia Europea del Medicamento a la tercera dosis de vacuna frente al SARS-CoV-2 propició que la Comisión Nacional de Salud Pública aprobase su administración en la población general mayor de 70 años. No soy negacionista del covid ni antivacunas, sino muy al contrario, pero esta circunstancia obliga a reflexionar y me lleva a manifestar mi opinión, ya que considero que la defensa de la salud pública está por encima de cualquier otro tipo de interés.
El aval de la EMA viene favorecido por el hecho de que “sobran dosis”, y porque “su administración no hará daño”. Pero ni el excedente de dosis debido a un cálculo incorrecto, ni el pobre argumento de que no hará daño, pueden justificarlo. Si no fuese necesaria, el más mínimo efecto secundario en cualquier persona ya habría sido un mal evitable.
La justificación debe buscarse en la respuesta a la pregunta: ¿es necesaria la tercera dosis en la población general?
Expondré mi opinión, que es la de una persona con formación quirúrgica, sin conocimientos extensos de inmunología pero con capacidad para analizar el estado actual de la cuestión.
La EMA, ante la presión de Pfizer BioNtech (que había solicitado revacunar a los mayores de 16 años) y de algunos países europeos, ha dado luz verde para la tercera dosis de vacuna covid a la población general, incluso desoyendo la opinión del Centro Europeo para Prevención y Control de Enfermedades. Lo hace en base a datos del ensayo clínico propiciado por Pfizer, y cuyos resultados aún no han sido publicados ni revisados por expertos independientes, de manera que la propia EMA reconoce que los datos no son concluyentes y que su recomendación “no es estricta”. Los argumentos dados por Pfizer se basan en haber apreciado una caída de anticuerpos entre 6 y 12 meses después de la vacunación completa. La inoculación de una tercera dosis, barajada desde el comienzo de la vacunación, supondría enormes ingresos extras a las farmacéuticas.
¿Por qué será que cuando existen intereses económicos se olvida la inmunidad celular y sólo se consideran los niveles de anticuerpos? Desde el comienzo de la pandemia la mayoría de estudios sobre inmunidad se han centrado en los anticuerpos sin considerar la actividad de las células del sistema inmune, en especial linfocitos. Junto a anticuerpos el sistema inmune produce células T: las conocidas como T- killers buscan y destruyen las células infectadas y las T- helper estimulan la producción de anticuerpos y de células T- killer. Las células killer pueden marcar la diferencia entre una infección leve y una grave.
Meses, incluso años después de que los anticuerpos hayan desaparecido de la sangre, los linfocitos pueden reactivarse al aparecer de nuevo el virus y organizar una nueva defensa, incluida la producción de anticuerpos. Muchos investigadores esperan que el SARS-CoV-2 se comporte de manera similar a otros coronavirus, como el MERS, que inducen inmunidad frecuentemente durante varios años.
Los niveles de anticuerpos frente a SARS-CoV-2 suelen disminuir en los meses posteriores a la infección y ello suscita la preocupación de que la inmunidad al virus disminuya. Sin embargo, varios estudios sugieren que la inmunidad celular mantiene protegido al paciente pasado el tiempo aunque los anticuerpos ya no se detecten. Nussenzweig en la Universidad Rockefeller, y Crotty del Instituto de Inmunología La Jollay, concluyen que los anticuerpos contra el virus disminuyen, pero ocho meses después de la infección la mayoría de las personas todavía tienen suficientes células inmunes para defenderse del virus y que “esa cantidad de memoria probablemente evitaría que la gran mayoría de las personas contrajeran una enfermedad grave durante muchos años” (Crotty).
Muchos expertos y organismos son contrarios a una tercera dosis de vacuna en este momento. Autoridades médicas en EEUU han declinado la tercera dosis hasta que haya más datos. La OMS ha cuestionado que haga falta y ha criticado que se debata cuando en el mundo en desarrollo hay millones de personas que ni siquiera han recibido la primera inyección.
El Ministerio de Sanidad el pasado 20 de agosto emitió un informe apoyado en bibliografía de expertos extranjeros (Wang, Dan, Turner,...) publicada en revistas de prestigio como Nature y Science, que textualmente concluye: “a la espera de nuevos estudios, con los datos disponibles hasta ahora, es muy probable que la inmunidad en los individuos convalecientes de covid-19 y vacunados frente a SARS-CoV-2 sea muy duradera”.
Si desde entonces no hay nuevas evidencias que demuestren lo contrario, ¿a qué se debe el cambio de criterio?
Carmen Cámara, miembro de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), en entrevista en El País afirma que es un movimiento comercial de Pfizer: “ahora interesa acabar todas las segundas dosis en países desarrollados y extender la vacunación al resto del mundo con vacunas adecuadas a sus circunstancias por sus necesidades de conservación en frío y su precio (Janssen, Astra Z, ...),.... pero esta política no le va a dar dinero a Pfizer”.
La decisión de inocular tercera dosis frente a SARS-CoV-2 en este momento parece tomada sin datos contrastados y sin evidencia científica, lo que sugiere que puedan existir motivaciones distintas de las estrictamente de salud para la población: intereses comerciales (la vacunación a los mayores de 70 años en España supone algo más de 6,7 millones de dosis), abundante stock de vacunas, dificultades de comercialización en países del tercer mundo de determinadas vacunas, contagio y miedo mediático de los gobiernos de distintos países y CCAA, etcétera.
A la vista de esta revisión, ¿habría que ponerse una tercera dosis aunque no se forme parte de grupos de riesgo o no? No seré yo quien aconseje una cosa o la contraria, pero tengo claro lo que haría si tuviese más de 70 años.
El autor es exconsejero de Salud del Gobierno de Navarra, doctor en Medicina y Cirugía y especialista en Cirugía General y A. Digestivo
La OMS ha cuestionado que haga falta y ha criticado que se debata cuando hay millones de personas que no han recibido la primera inyección