i tomamos una definición típica, global, tenemos que la Psicoterapia es el tratamiento que tiene como objetivo el cambio de pensamientos, sentimientos, emociones y conductas. Si un tratamiento, entre otras acepciones, es un método de curación, estamos ante un método de intervención psicológica que persigue el cambio más arriba aludido, es decir, el método que un/a profesional de la Psicología Clínica utiliza orientado a la mejoría, resolución, curación si se quiere, de esos aspectos mencionados cuando se manifiestan de forma que a la persona le generan malestar.

¿Hay un solo método? ¿Un método universal, transversal, que sirva para los diferentes malestares, para las diferentes personas? La respuesta, evidentemente, es no; no hay un solo método, hay muchos, tantos como escuelas teóricas, como asociaciones de psicoterapeutas. Puede consultarse la página web de la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP), y ahí se encuentra la relación de asociaciones y las referencias de a qué modelo se adscribe cada una. ¿Es alguna mejor que otra? ¿Es más efectivo un procedimiento que otro? Son preguntas que surgen. Algunas personas tienen respuestas; otras prefieren mantenerse en cierta indefinición respetuosa, porque bien es sabido que no para todo el mundo sirve lo mismo. Pautas comportamentales, ayuda para cambiar conductas, una guía para las dificultades en la vida, aprender a pensar de otra forma, aceptar las vicisitudes existenciales, sobrellevar el sufrimiento inevitable, vaciar la mochila de los malestares, analizar y comprender los desajustes, conseguir el cambio que parece imposible... y tantas y tantas posibilidades en cuanto a lo que se busca, se necesita, se ofrece... Tal es el proceloso mundo del acontecer humano.

Argumentos que amparan un método frente a otros hay muchos: basados en evidencia científica, en evidencia empírica sólo que tomada ésta de diferentes maneras: estadística buscando generalizaciones, individual en base a éxito de caso... Argumentos que apoyan los argumentos (valga la redundancia) también hay; y que los critican, evidentemente, también. Uno de ellos suele ser que la industria farmacéutica apoya las investigaciones de aquellas intervenciones exitosas que, además de lo psicoterápico, contemplan el uso de fármacos; de tal forma que el éxito vendría garantizado incorporando la química, no solo la intervención psicológica. Es decir, se piensa que la industria no apoyará intervenciones que prescindan de lo farmacológico, por lo que lo exitoso de ciertas intervenciones no tiene tantas facilidades para publicarse ni se apoya por no ser connivente con la industria.

Al margen del apoyo farmacéutico o no, sí ocurre que algunas intervenciones cuentan con mayor respaldo estadístico/científico que otras. Esto nos lleva a pensar en cuestiones que interrogan al modelo científico al uso, que busca consideraciones generalizables, replicables, etcétera, cuando lo esencial del ser humano es particular e intransferible; por no entrar en el debate de si es o no científico un tratamiento individual cuando al sujeto en tratamiento se le plantea una hipótesis, señalamiento, interpretación, propuesta -o la intervención que sea- que el sujeto podrá refutar, circunstancia que invita a continuar con la investigación/tratamiento, o aceptar porque se trata de criterio acertado, lo que contribuye al adecuado desarrollo y proceso del tratamiento. En cuanto a este último aspecto por sujeto puede entenderse un individuo, un grupo, una familia...

Todas estas cuestiones apuntan también, en el ámbito público sobre todo, a los aspectos de eficacia y eficiencia; éxito y costes podríamos decir. ¿Cómo podemos plantearnos esos aspectos en la Red Pública de Salud? ¿Cómo consideramos la eficacia? ¿Cómo medimos el éxito o la insuficiencia de los tratamientos?...

Básicamente, ¿cómo llevamos a cabo la psicoterapia en la pública? ¿Por qué? ¿Son los costes lo que nos preocupa? ¿Nos limitan la eficacia buscada? ¿Cuál es ésta?...

¿Todos los/as profesionales deberíamos trabajar con un mismo modelo? Evidentemente esto es retórico e impracticable. Al igual que en cualquier otra profesión, cada profesional tiene su estilo, sus criterios, su formación, su forma de ejercer... ¡Somos facultativos/as! Claro, esto sugiere otra nueva cuestión en el desarrollo de estos escritos, y es la de la equidad. Es preceptivo conseguir la mayor cota de igualdad en los diferentes centros y que cada quien obtenga lo que necesita. Es difícilmente sostenible que según el centro al que se pertenezca por zonificación geográfica, se disponga de diferentes posibilidades de tratamiento porque la oferta no es la misma en todos.

Por otro lado está qué se debe atender, qué malestares son subsidiarios de tratamiento. Sin padecer una enfermedad psi grave, alguien puede tener un gran malestar por circunstancias de la vida; muchas veces trágicas, tanto que se pone en jaque el propio sentido de la misma. O se necesita elaborar un duelo complicadísimo; esto suele quedar en la consideración de trastorno adaptativo, con lo que al no incorporar un diagnóstico de enfermedad grave, según las clasificaciones al uso, no recibe la atención que necesita.

En ese sentido, la responsabilidad de la Gerencia de Salud Mental es mucha, y la organización del asunto harto complicada. Bien es cierto que han de buscarse parámetros lo más igualitarios posible en varios sentidos: profesional/es que atiende/n, número de sesiones, objetivo terapéutico, etcétera. Las cosas van haciéndose, pero, es evidente, necesitan una redefinición que no pierda de vista la eficacia, tenga en cuenta la eficiencia y busque el desarrollo óptimo. Tal y como yo lo entiendo, y voy defendiendo en estos escritos, la ciudadanía que lo precisa es subsidiaria de una intervención psicológica (psicoterapia) comprometida con lo anterior. Más arriba he aludido a la eficacia buscada; entiendo que por más difícil que resulte este aspecto, no ha de ser óbice para buscar el desarrollo óptimo mencionado, respetando, eso sí, las necesidades de los y las pacientes, así como las fortalezas de los y las profesionales que, necesariamente, no son iguales.

Lo anterior me va llevando al tema que abordaré en mi siguiente escrito. Se trata de algo que tiene que ver con la Intervención Psicológica en Servicios Públicos de Salud, pero de Atención Primaria.

El autor es psicólogo clínico del Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea