El pasado 8 de noviembre se celebraron en Estados Unidos las elecciones de mitad de la legislatura. No se trata de discutir los resultados del Senado, Cámara de representantes o los diferentes gobernadores que estaban en juego. Comenzamos por algo más sencillo: el porqué de la fecha. ¿A qué se debe?

Se vota el martes siguiente al primer lunes de noviembre. ¿La razón? Una ley… ¡de 1845! En esa época solo tenían derecho a voto los hombres blancos, y como tenían que desplazarse para acudir a las urnas, se pensó que lo mejor era escoger una fecha en la que la cosecha hubiese terminado evitando también las inclemencias del pesado invierno. Como estaba mal visto comenzar a viajar en domingo, se daba un día para poder realizar el desplazamiento. Puede dar la casualidad de que el día de Todos los Santos caiga en lunes. Solución: la regla del martes siguiente. ¿Curioso? Sí. ¿Moraleja? Cuesta cambiar las costumbres. En especial, las más arraigadas. Como las leyes relacionadas con la posesión de armas. Pensar que las van a suprimir es ingenuo.

La cuestión es que el presidente Joe Biden dijo antes de las elecciones que “la democracia está en peligro”. Candidatos republicanos (pocos) afirmaron que solo iban a reconocer los resultados si eran favorables a sus intereses. Esta actitud no presagia nada bueno. Un suceso que relacionábamos con países menos avanzados lo vemos ahora muy cercano… como la guerra que asola Ucrania.

En Brasil ha sido noticia que el candidato derrotado, Jair Bolsonaro, haya admitido que va a cumplir la Constitución. Es decir, que va a realizar la habitual transacción de poder. Es decir, que va a cumplir la ley. ¿Cómo puede ser? Y sin embargo, la idea no es tan lejana. Hemos oído declaraciones en las que políticos nacionales admiten que “si una ley no es buena para el interés general, no debe cumplirse”. Otros políticos hacen lo mismo pero sin decirlo: pensemos en la renovación del Consejo General del Poder Judicial. El presupuesto de la institución para este año es de 76 millones de euros. Respecto de sus integrantes, es muy bonito ir de un lado para otro dando conferencias afirmando que “el consejo debe renovarse ya”. ¿Por qué no prueban a dimitir todos a la vez? Eso sí que sería presión y presión de la buena. Pero cuesta hacer cosas que afecten al bolsillo, en especial si eres vocal con dedicación exclusiva: 125.366 euros al año tienen la culpa.

En Estados Unidos la polarización ha llegado a tal nivel que una proporción considerable de su población estima que el país está en riesgo de guerra civil. ¿Es para tanto? Cuando intentamos comprender el mundo que nos rodea, la realidad y la percepción son diferentes. Y sale más barato culpar a alguien (sea Putin, el cambio climático o los rivales políticos), es decir, cambiar la percepción de un problema, que buscar soluciones reales.

Por desgracia, a muchos políticos les conviene, como admitió José Luis Rodríguez Zapatero a Iñaki Gabilondo en una célebre entrevista televisiva, “revolver”. Bien, eso tiene una justificación biológica. Vayamos a lo más profundo de nuestro cerebro. Bienvenidos a nuestro “yo reptil”. La gran cantidad de información que recibimos se debe filtrar. Eso requiere esfuerzo, mucho esfuerzo. Y claro, somos vagos por naturaleza. ¿Qué hacemos entonces, de forma inconsciente? Categorizar. El bien contra el mal. Nosotros o ellos. Lucha o huída.

Los políticos y sus asesores lo saben. Eso sí, llaman la atención errores tan escandalosos como los del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, afirmando que la célebre obra de George Orwell 1984 se había escrito en ese año, cuando dicho escritor falleció en 1950. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, que lo mismo confunde Senegal con Kenia, que no distingue versos célebres de Jaime Gil de Viedma (“de todas las historias más tristes de la historia la más triste es la de España, porque termina mal”; es un alegato para mejorar la gobernanza del país) y se los otorga a Blas de Otero (bueno, en realidad dijo “Blas Otero”).

Así, siempre se busca lo mismo: “progresismo o fascismo”, “libertad o comunismo”. Ahora bien: ¿y si fuese una estrategia? Está demostrado que un republicano piensa que un demócrata es más radical de lo que realmente es; lo mismo ocurre en sentido contrario. La misma idea sirve para un votante de Podemos y otro de Vox. Sin embargo, en la vida real cuando alguien de un extremo entra en contacto con alguien del otro se activan sus prejuicios y se confirman sus opiniones previas.

Sí, la democracia está en peligro. Los culpables: quienes atizan la polarización un día sí y otro también. Las soluciones a nuestros problemas de convivencia son complejas, ya que siempre sale perdiendo algún grupo social (se le debe compensar, salvo que posea un gran privilegio). Es inevitable. Es la economía, el mundo y la vida.

Economía de la Conducta. UNED de Tudela