El pasado 22 de noviembre nos volvimos a reunir un pequeño grupo de personas respondiendo a la convocatoria de una iniciativa que el Foro Gogoa está poniendo en marcha este año llamada Espacios de Encuentro Post-Conferencia. En este caso se trataba de debatir sobre los temas expuestos por Jesús Martínez Gordo, teólogo, y Javier Elzo Imaz, sociólogo, en la conferencia del día 10 de noviembre sobre el comportamiento de la Iglesia católica ante los abusos a menores en países como Alemania, Francia o España.
Las personas que asistimos nos expresamos con la claridad que el tema exigía, manteniendo el respeto a todas las opiniones y poniendo de manifiesto nuestra incomprensión, así como el rechazo total al hecho de los abusos en el entorno de la Iglesia y, no menos importante, al comportamiento de ocultación, negativa a la petición de perdón y olvido de las víctimas por parte de los victimarios y sus jerarcas.
En la reunión se habló de la pérdida de la oportunidad, por parte de la Iglesia en el Estado, de dar ejemplo de reconocimiento, asunción de responsabilidades y reparación del daño, perdiendo la oportunidad de situarse como ejemplo de actuación. Ante las opiniones expuestas por personas afectadas, se podía deducir claramente que la actitud de la Iglesia ha provocado que las víctimas hayan perdido toda esperanza de reacción por parte de la jerarquía eclesiástica y, como consecuencia, el interés de reunirse con la Iglesia o de acudir a cualquier Comisión nombrada por ella. Las víctimas no quieren revivir constantemente su sufrimiento y no se fían de la Comisión Cremades & Calvo Sotelo, nombrada por la Conferencia Episcopal Española, ni de la Comisión Diocesana nombrada por el arzobispo de Pamplona y Tudela, ni de otras comisiones diocesanas.
Nos resultó especialmente extraño el comportamiento de la Iglesia española a la luz de los datos que los conferenciantes nos habían proporcionado sobre la actitud y decisiones tomadas por las conferencias episcopales de Alemania y Francia, completamente diferentes a la española como, por ejemplo, la de poner sus archivos a disposición de comisiones independientes.
Varias personas de las allí presentes, que se consideran creyentes y miembros activos de la Iglesia, expresaron su opinión de que la Iglesia en el Estado es patriarcal, machista y misógina, que en todas sus actuaciones consideran a las mujeres como subordinadas a los hombres.
Se habló, con profundo dolor, del hecho de que para muchas personas cristianas supone un conflicto moral la convivencia con una Iglesia de las características actuales, sin poder percibir esperanzas de que pueda cambiar. El tema de los abusos es un tema de abuso de poder, que se manifiesta en lo sexual y en otros ámbitos.
Pensamos que todo lo anterior es consecuencia, en primer lugar, del grado de clericalismo existente en nuestra Iglesia. Ese clericalismo indica una soberbia personal inaceptable, un pecado de soberbia. Y también es consecuencia de no abordar adecuadamente cuestiones como la sexualidad, la sacralidad de las personas consagradas, el celibato opcional y el papel de la mujer en la Iglesia en igualdad al del hombre, entre otras.
Cada día se entiende menos la falta de escucha a sus fieles por parte de la Iglesia. No escuchar es una de las actitudes menos evangélica que existen.
También pensamos que a la Iglesia le falta credibilidad como consecuencia de su actitud ante este tema y que, además, se está haciendo tarde para que reaccione. No entendemos cómo se puede vivir soportando el peso de haber destruido la vida de muchos niños y niñas, sin buscar el camino para la liberación personal y colectiva.
Además de las tareas de reconocimiento y reparación que se deben acometer, pensamos que la Iglesia debe poner también la mirada en la prevención para que no se vuelvan a producir estos hechos en el futuro.
Se hace difícil entender que la propia estructura jerarquizada de la Iglesia haga oídos sordos al pensamiento acogedor, a las ideas y a los mandatos del papa Francisco sobre este tema.
A este respecto se comentó el contenido de la primera oración del libro del papa Francisco, publicado recientemente con el título En nombre de Dios os pido, en el que en palabras del pontífice se expresan sus deseos e intenciones sobre el tema de los abusos. Bastaría con que las palabras que pronuncia se dejaran caer de las páginas del libro y se posaran en las conciencias de la propia jerarquía para que se pusieran en marcha las medidas oportunas, pero tal vez estemos olvidando que una gran parte de la estructura de la Iglesia no lee lo que el papa Francisco, su superior indiscutible, escribe y desea que se haga.
Por todo ello los abajo firmantes queremos expresar públicamente, en nombre de todo el grupo, nuestro deseo de que la Iglesia estatal y también la navarra enmienden su actitud, reconozca los abusos a menores y el mal que ha hecho, pida perdón, aplique criterios de transparencia en la investigación, colabore con una Comisión independiente, ponga los medios materiales y personales para reparar el daño y, sobre todo, piense en las víctimas y no en proteger una reputación que ellos mismos están dejando caer.
Firman este artículo: Txemi Pérez, Mayka Araiz, Roberto Oiz, Blanca García de Eulate e Isidoro Parra En representación del Foro Gogoa