Y las mentiras por todo el arco político (que ni se piden responsabilidades por ellas, ni se responsabiliza nadie que las profiera). Y me faltan los programas reales y propuestas/planteamientos de base cierta para poder llevarlos a cabo. Extraídos con el trabajo y la implicación directa de verdaderos expertos en cada materia, independientes en su juicio. No de posicionamientos ideológicos captavotos, derivados de asesores que, sin saber nunca quiénes son ni qué valía profesional, cierta, acumulan, se obligan a operaciones de puro marketing para asegurar peso a la balanza de quienes les pagan. Y, no se confunda nadie, estoy hablando de todas las tendencias.

Este país, España, tiene (sigue teniendo a pesar de nuestra Historia, que nos debiera hacer reflexionar), la desgracia de volver a verse abocado a las trincheras de la estupidez del “conmigo o contra mí”, que refleja, desgraciadamente, la famosa frase o dicho (no sé si literal) de “el español no lucha por tener un coche como el del vecino; lucha porque el vecino no tenga coche”.

Y digo “sigue teniendo”, pues no aprendemos nada de nuestra Historia para saber lo que tenemos y lo que podemos perder. Y seguimos en esa tesitura a pesar del consenso que nos llevó a entendernos para comenzar una andadura social, juntos, que nos ha deparado muchos beneficios que nos empeñamos en olvidar. Por supuesto que no quiero decir que no falte trabajo (y mucho) para mejorar en múltiples campos y desarrollar una sociedad más útil para el individuo, que conlleva directamente al beneficio del conjunto. Y que la base primordial para ello está en el entendimiento y en la confrontación de ideas para conseguir llegar a los acuerdos más adecuados para ese beneficio social conjunto. Y si el individuo no lo percibe así y se le ofrece únicamente el desprecio al ¿contrario?, nunca se podrá conseguir nada para frenar el devenir de nuestro bienestar social a través de la pendiente –y con frenos manipulados– del desconcierto.

Hablamos continuamente del peligro de los “extremos radicales” –aunque todo extremo es, de por sí, radical–, cuando el crecimiento de estos extremos ideológicos (me da igual el que se quiera analizar, pues los extremos siempre se tocan para generar el cortocircuito, haciendo saltar los plomos de la sociedad) se basa notablemente en el hastío y el desencanto provocado por los principales partidos políticos en sus trayectorias de gobierno y oposición. Estoy hablando, lógicamente, del PSOE y el PP. ¿Cómo es posible que los partidos que representan al conjunto social mayoritario –con una amplísima diferencia– estén enfrascados en el contigo a ningún lado, abocando a un imposible entendimiento para trabajar juntos en la multiplicidad de áreas de beneficio común, que no debieran estar sujetas a ideologías de manual trasnochadas o simplemente buscando su “solo yo tengo razón”. Y, desgraciadamente para nosotros (es un convencimiento personal), cuando salta al ruedo algún partido que puede servir de bisagra pues viene a poder ser el pegamento del razonamiento de utilidad pública, se desmorona en cuestión de poco tiempo en base, exclusivamente, a actuaciones personalistas que llevan a los que le votaron a la desafección.

Por supuesto que no me olvido de cualesquiera otros partidos del arco parlamentario. Teniendo su base social, habrá que confrontar con ellos para verificar propuestas que, probablemente, puedan ser comunes para el beneficio social. Y habrá que poner blanco sobre negro, para información fidedigna (palabro inexistente en el diccionario político actual), los planteamientos en los que no pueda llegarse a acuerdos para que todo el mundo pueda discernir –y transmitir con su opinión/voto– su postura al respecto.

Si seguimos así, sin trabajo conjunto de los principales partidos (insisto en que representan a la amplísima mayoría social) y del resto, a cualquier nivel (local, autonómico y estatal) y siguen, en conjunto, dedicados a la simpleza del insulto y la descalificación, el futuro no es nada halagüeño. Y el futuro es la herencia de nuestros hijos e hijas. ¿Qué derecho tenemos a llevarlos a un callejón sin salida?