Acabo de leer la última novela de Julio Llamazares, Vagalume (en galego significa luciérnaga) y me ha gustado mucho. En ella el autor reflexiona, entre otras cosas, sobre el oficio de escribir. Qué nos lleva a escribir: ¿La soledad, la pena, la nada, la vida misma? Mientras la iba leyendo yo también pensaba en mí misma y me iba dando respuestas: yo escribo para seguir viviendo y agradeciendo a la vida todo lo que me regala cada día. Escribo para agradecer lo que la gente que me rodea es capaz de hacer. Escribo para servir de voz a los que no la tienen. Escribo porque la vida y las personas que me rodean son capaces de asombrarme continuamente.

Hemos comenzado agosto y me asombra mi hijo Juantxo, un muchacho con autismo y muchas capacidades, que mantiene todos los años la ilusión intacta, la alegría contenida, ante sus vacaciones en Comarruga con Anfas. El mismo mar de todos los veranos. No importa. Es su mar. Son sus vacaciones. Son sagradas. Está nervioso. Va a reencontrarse con sus amigas y amigos, los voluntarios y profesionales de Anfas, los que dan sentido a su vida.

He dicho bien: sentido a su vida. Las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo necesitan, como todas las demás, vidas con ilusiones, con sentido, con alegrías, con descanso y con cariño. Sí, con mucho cariño. No con paternalismos baratos, con cariño del bueno que la gente de Anfas sabe derramar con valor y sin precio.

Los voluntarios de Anfas son nuestras luciérnagas. En las noches, con y sin estrellas, de tantas familias que vivimos la discapacidad cerca, son luces que aparecen y nos acompañan, nos descansan y consuelan, nos alumbran el futuro y el día a día.

Los voluntarios de Anfas son un tesoro abierto a los demás que la sociedad debería reconocer, valorar, cuidar, mimar y agradecer eternamente.

Son luces en la chata realidad que nos rodea, en las noches de tanto desconsuelo, en la impaciencia, la prisa y el cansancio de tantas personas que nos rodean.

Porque ellos han descubierto dónde está la luz: en nuestros hijos, en nuestras hijas. Y nos la devuelven reflejada en sus actos. Actos de amor, de cariño, de respeto, de comprensión, de sana alegría. De esperanza.

Gracias por siempre. Gracias, por tanto. Eskerrik asko. Os quieren. Os queremos. Orain eta beti.

Un eterno abrazo.